CENTENARIO DE JOSE MARIA ARGUEDAS

CRONOLOGÍA DE LA VIDA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS


Por: MILDRED MERINO DE ZELA

2 0 1 1- Año del Centenario del Nacimiento del Amauta José María Arguedas




1911 Nace el 18 de enero en la ciudad de Andahuaylas, provincia de Andahuaylas, Departamento de Apurimac, Perú. Su padre —Víctor Manuel Arguedas Arellano— es cusqueño y se desempeña como juez itinerante.
1914 Muere su madre, Victoria Altamirano Navarro. Pasa al cuidado de su abuela paterna.
1915 El padre es nombrado Juez de Primera Instancia en la provincia de Lucanas. Se lleva consigo a Arístides, hermano mayor de José María.

1917 El padre se casa en San Juan de Lucanas, con la hacendada Grimanesa Arangoitia Vda. de Pacheco. Arguedas se reúne con su padre y su hermano Arístides en Andahuaylas. Residen en Puquio.
1918 Junto a su hermano se traslada al Colegio San Juan, con los hijos de la madrastra. Viven con ella y reciben la visita semanal del padre. Es víctima de maltratos de la madrastra y de su hermanastro Pablo. Los sirvientes quechuas lo protegen y consuelan

1920 Comienza a dominar el castellano como segunda lengua. Por confesión propia se sabe que hasta los 8 años sólo hablaba quechua.
1921 Se fuga con Arístides a la hacienda Viseca de sus tíos José Manuel Perea Arellano y Zoyla Peñafiel. Viseca será el escenario de su primer cuento conocido Warma Kuyay y estará presente en posteriores relatos del escritor.
1923 Hace un largo viaje a caballo con su padre, de Puquio a Andahuaylas y Ayacucho. Recreará tal viaje en Los Ríos Profundos.
1925 Junto a su hermano pasan vacaciones en la hacienda Triunfo de la tía Amalia de Guillén. Allí, lee Los Miserables de Víctor Hugo, libro que le inspira la pasión literaria. Posiblemente, ese mismo año, escribe su primer relato, "Los Gallos", sobre las crueldades de su hermanastro (texto inédito que nunca fue encontrado). Es internado, junto a su hermano, en un colegio de Abancay en el que sufre de angustia por su separación del padre.
1926 Él y su hermano se matriculan en el Colegio San Luis Gonzaga de Ica.

1927 Su primer amor, una joven llamada Pompeya, lo rechaza por ser "serrano".
1928 Arguedas y su padre radican en Huancayo.
1929 Se traslada a Yauyos. Prosigue sus estudios secundarios como alumno libre.
1930 Concluye la educación secundaria.

1931 Ingresa a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos e inicia estudios de Humanidades. Su padre viaja a Puquio para divorciarse de su mujer.

1932 Muere su padre. Consigue trabajo como auxiliar de correos.

1933 Publica su primer cuento Warma Kuyay (amor de la infancia).

1936 Funda la revista estudiantil Palabra, en la Facultad de Letras de San Marcos.
1937 Se incorpora al Comité de Amigos para la Defensa de la República Española. Por participar en una protesta estudiantil antifacista fue encarcelado en el penal El Sexto. Pierde su empleo en los correos

1939 Es nombrado profesor de castellano y geografía en un colegio de Sicuani, Cusco. En junio del mismo año, se casa con Celia Bustamante.
1940 Participa en el Primer Congreso Indigenista Interamericano, en Pátzcuaro, México.
1941 Publica su primera novela Yawar Fiesta.
1942 Es profesor de castellano en el Colegio Nacional Alfonso Ugarte.
1944 Profesor de castellano en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe. Según propia confesión, a este año se remonta la dolencia psíquica que le impidió escribir durante cinco años.
1946 Se matricula en el Instituto de Etnología de San Marcos. Participa con Allan Holmberg en el proyecto de antropología aplicada de la Hacienda Vicos, con el auspicio de la Universidad de Cornell y el Instituto Indigenista Peruano

1947 Es nombrado Conservador de Folklore del Ministerio de Educación. Es miembro de la comisión que investiga las causas de la huelga en el Colegio Guadalupe.
1949 Es despedido como profesor. Este hecho lo sumirá en una honda depresión.
1950 Es nombrado Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y Despacho de la Dirección de Educación Artística y Extensión Cultural, cargo que cumplirá hasta 1952. Profesor de Etnología en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones. Concluye sus estudio de Antropología en San Marcos, donde fue alumno de Holmberg, Kubler, Muelle y Valcárcel.
1951 Es enviado como observador del Perú a la Reunión de expertos en Trabajo Indígena de La Paz. El consulado de Estados Unidos le deniega la visa de ingreso a dicho país. Participa en el Primer Congreso Internacional de Peruanistas

1952 Acompañado de Celia viaja a Jauja y Concepción, Junín, para recoger tradición oral andina.
1953 Gana el Concurso Latinoamericano de Cuento (México) con La Muerte de los Hermanos Arango. Es nombrado jefe del Instituto de Estudios Etnológicos del Museo de la Cultura Peruana. Funda la revista Folklore Americano. Viaja por primera vez a Chile comisionado por el Ministerio de Educación para asistir a la Primera Semana del Folklore Americano. En Santiago conoce —según testimonio de su carta del 07.05.62 dirigida a la Dra. Hoffman— a la mujer que amaría en 1962, Beatriz.
1956 El General Odría lo nombra Director de Cultura; no acepta el puesto. Descubre en Puquio, con Josafat Roel Pineda, varias versiones del mito Inkarrí.
1957 Se recibe de Bachiller en Etnología por San Marcos. Conoce a su hermana paterna Nelly Arguedas Ramírez de Carvajal, en Lima.
1958 Entre enero y julio, junto a Celia, reside en España becado por la UNESCO para preparar su tesis doctoral sobre las comunidades de Castilla. Viaja por Italia con Emilio Westphalen. Visita París. La editorial Losada de Bs. As. publica su novela Los Ríos Profundos.

1959 Se inicia como profesor de etnología en Universidad de San Marcos. Recibe el Premio Nacional de Fomento a la Cultura "Ricardo Palma", por su novela Los Ríos Profundos.
1960 Participa en el Tercer Festival del Libro Americano, en Buenos Aires.

1961 La Organización de Estados Americanos (OEA) lo beca para viajar a Guatemala y hacer investigaciones sobre el arte popular. Publica su novela El Sexto.

1962 Enseña quechua en la Universidad Agraria de La Molina. Publica por primera vez un poema en quechua El Himno a Tupac Amaru. En setiembre viaja a Berlín oriental para asistir al Primer Coloquio de Escritores Iberoamericanos organizado por la revista Humboldt. Gana nuevamente el Premio Nacional de Fomento a la Cultura "Ricardo Palma", esta vez con su novela El Sexto. Viaja a Santiago de Chile y conoce a quien será su psicoanalista por el resto de su vida, la Dra. Lola Hoffman. En los próximos años viajará con frecuencia a Chile para consultarla. Tiene amores con Beatriz.

1963 Se recibe como Doctor en Etnología por la Universidad de San Marcos. Es nombrado director de la Casa de la Cultura del Perú. Funda la revista Cultura y Pueblo. Organiza una mesa redonda sobre monolingüismo quechua y aymara y la educación en el Perú.

1964 Renuncia a la Dirección de la Casa de la Cultura por problemas con la mayoría parlamentaria aprista y en solidaridad con la renuncia de Carlos Cueto Fernandini a la dirección de la Comisión Nacional de Cultura. Es nombrado Director del Museo Nacional de Historia. Funda la revista Historia y Cultura. Representando al Ministerio de Educación, asiste a la inauguración de los Museos de Ciudad de México. Se publica su novela Todas las Sangres.

1965 Viaja a Génova a un Coloquio de Escritores. Se separa de Celia Bustamante. Comparte desde entonces su vida con la chilena Sybila Arredondo y los dos hijos de ésta. Viaja por los Estados Unidos dictando conferencias en la universidades de Washington, Indiana (Bloomington), Cornell, California. Asiste al Primer Encuentro de Narradores Peruanos, en Arequipa. Viaja a Chile. El Instituto de Estudios Peruanos (IEP) organiza una mesa redonda sobre Todas las Sangres. Sufre una profunda depresión por las críticas lapidarias que recibe su más reciente novela... En setiembre viaja a Francia.

1966 En abril intenta suicidarse. Logra un convenio de recopilación de literatura oral entre el Ministerio de Educación y la Universidad Agraria de La Molina. Viaja varias veces a Chile. Viaja a Montevideo a consultar al psiquiatra Marcelo Viñar. Asiste al XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, en Argentina. La Universidad Agraria lo nombra profesor principal a tiempo completo.
1967 En marzo, viaja a Guadalajara, México, para participar en el Segundo Congreso Latinoamericano de Escritores. En mayo, se casa con Sybila Arredondo. En junio, participa en el Congreso Internacional de Escritores, en Chile. En el mismo mes, viaja a Viena para participar en un Encuentro de Antropólogos.

1968 Lo nombran Jefe del Departamento de Sociología de la Universidad Agraria. Entre enero y febrero, viaja con Sybila a Cuba para ser jurado del premio Casa de las América. En setiembre, solicita a la Universidad Agraria una licencia sin sueldo. Pasa una prolongada estadía en Chimbote para trabajar en su última novela. Viaja a Chile por siete semanas para consultar a la Dra. Hoffman y terminar la novela. El mismo año le fue otorgado el premio "Inca Garcilaso de la Vega", por su gran contribución al arte y a las letras del Perú. En la ceremonia de premiación pronuncia su famoso discurso: "No soy un aculturado"

1969 Viaja con frecuencia a Chile para consultar a la Dra. Hoffman. Se reintegra a la Universidad, en octubre. El 28 de noviembre, se dispara dos balazos en su despacho de la universidad. Muere el 2 de diciembre y es enterrado en el Cementerio El Ángel. El estudiante Rodrigo Montoya escribe sobre su tumba "Kaypiraqmi kachkani" (aquí me tienen todavía).
1971 Se publica su novela póstuma El Zorro de Arriba y El Zorro de Abajo.
 
ALGUNOS TEXTOS SOBRE PUNO
 
Puno, otra capital del Perú.


Por José María Arguedas.
Publicado en el Diario El Comercio el 12 de noviembre de 1967


A Ciro Alegría, a lo que su obra significa.

No creemos que exista en América un acontecimiento comparable en cuanto a danzas y música, con la fiesta de la Virgen de la Candelaria de Puno. Pero este año ocurrió un hecho que magnificó aun más este acontecimiento, esta fiesta coincidió con el Carnaval. Y así pudimos ver y oír la música y las danzas tradicionales del Altiplano, los profanas y religiosos interpretando el regocijo, la inspiración artística del pueblo con instrumentos y pasos de danzas en los cuales podrán sentirse y reconocerse la voz y la imagen de América Latina y de la Europa de todos los tiempos.

La fiesta de la patrona de Puno ha cambiado al ritmo de los cambios que han convertido al Perú en un país que se moderniza desesperadamente, que, por eso mismo, y que por eso cambia,. Fui a observar y a participar de la fiesta en mi condición de profesor de investigaciones folklóricas de la Universidad Agraria de la Molina; recibí una invitación de la Federación Folklórica Departamental. Intentaré escribir un ensayo académico del tema, pero es conveniente informar al gran público acerca de esta Fiesta, por su importancia para todos los peruanos y para quienes nos visitan.

La fiesta tiene dos fechas principales, el Día y la Octava, El 2 de febrero Día de la Virgen, acudían a Puno los bailarines «del campo», una multitud de indios con sus instrumentos antiguos y modernos, con trajes cargados de pedrería, como en «La Morenada», o con gorros emplumados, o disfrazados de cóndores y llameros, acompañaban a la procesión. Algunos barrios de mestizos de la ciudad ofrecían a la Virgen comparsas de «Sikuris», principalmente el barrio «Mañazo», se afirma que la más numerosa e imponente. Así, la fiesta religiosa principal de Puno tenía las mismas características que todas las demás de los pueblos andinos, mestizos e indios, la solemnizaban y le daban «colorido». En las danzas le mostraban a la Patrona y a las castas o clases dominantes, sus creencias y su concepto sobre la sociedad y el mundo, Podían, entonces, permitirse ser claros y elocuentes para quienes eran capaces de entender símbolos, frecuentemente de significación no muy directa: magistrados, autoridades, representantes de los poderosos, podían aparecer entre los personajes de los bailarines con un rostro cruel o repulsivo, y cóndores, osos, indios , negros, loros o serpientes eran mostrados en figuras llenas de gracia o de majestad, de misteriosa o de terrible apariencia. La Octava de la Virgen de la Candelaria de Puno, era la fecha de la ciudad. En las últimas décadas, la Octava se convirtió en el día más importante, los barrios de la ciudad transformaron la presentación de las comparsas de danzas en una especie de competencia que otorgaba prestigio y que, por la misma razón, comprometía el prestigio del barrio. El Instituto Americano de Arte de la ciudad le dio formalidad a la competencia popular y organizó un festival, una especie de concurso de danzas, el Día de la Octava, en la Plaza de Armas.

Hace cuatro años, los conjuntos de bailarines que intervienen en el desfile y exhibición de la octava, decidieron federarse y organizar por su cuenta un concurso aún más formal y presentarlo en el Estadio Monumental de la ciudad. La iniciativa tuvo buena acogida en todos los barrios y sus autores lograron contagiar a algunas comunidades de la provincia y de otras provincias vecinas.

El III Gran Concurso Folklórico se realizó este año en la Octava de la Fiesta de la Virgen, que desde la iniciación de estos festivales, se celebra no al octavo día, sino el domingo siguiente al 2 de febrero.

Más de dos mil bailarines actuaron en el Estadio ante la multitud de veinte mil personas, De los 27 conjuntos, seis procedían de pueblos y 21 de los barrios de la ciudad. Se pudo así observar las modificaciones que los grupos populares han introducido en danzas que eran exclusivas del campo, como la «Llamerada» los «Sicuris» y la «Morenada» y la presentación de nuevas danzas como el «Rey Moreno». Los conjuntos urbanos han cargado de pedrería, de cintas de oro y plata, de lentejuelas, los trajes de antes eran llanos, algunos han modificado los pasos, la propia coreografía y el número de los personajes y de los músicos, la competencia los ha estimulado e inducido a crear, con el objeto de dar a los conjuntos mayor brillo, espectacularidad, lujo. Los grupos tradicionales, de los cuales derivan estos de la ciudad. Aprecen ahora ante los ojos de la multitud urbana como algo «pobres» y sencillos. Y aun dentro de los propios conjuntos urbanos, en ciertos barrios, se han establecido nuevas jerarquías sociales que se expresan en estos nuevos grupos de danzas.

De los dos mil bailarines que participaron en el último concurso, la mayoría era de procedencia aymara. Ellos pertenecían a las danzas más lujosas; se refuerzan con trajes y bandas de músicos que alquilan en Bolivia. Bailaron como pájaros, como demonios y ángeles en el campo de grass y ante el regocijo del sol que durante esos domingos de concurso ha disipado siempre las nubes y también interviene en la gran fiesta. Los pocos conjuntos quechuas aparecieron con sus armoniosos trajes, cantando y bailando con tono profundo y tierno, que contrasta con el ritmo, que nos parece enérgico, de la música aymara. El Estadio Monumental de Puno, aquel día 5 de febrero, durante cinco horas mostró el desfile más espectacular, más cargado de símbolos y de significado que es posible presentar en la América Latina.

Oímos el antiquísimo siku y las trompetas y saxofones, los pinkillos y trombones, cada instrumento, por si solo y en el conjunto al que había sido integrado, volcando el sentimiento de hombres ya socialmente diversificados y que consideran el mundo y su propia vida con valores y conceptos diferentes. Como un río, cuyas aguas provinieran de universos distintos, desfilaron los veintisiete conjuntos del III Gran Concurso Folklórico de la Fiesta de la Virgen de la Candelaria de Puno. Desfilaron en el Estadio, en las calles y en la Plaza de Armas de la ciudad. Ante las autoridades y el público, a ratos silencioso y a ratos enardecido, pasó el gigantesco, solemne, fino y resplandeciente Caporal Mayor de la danza «Rey Moreno» del barrio Laykakota- el minero y ex guardia civil Alberto Pizarro- encabezando el desfile en la Plaza de Armas, y a poca distancia, el otro caporal, señor Angel Oda –alto funcionario de un Banco.- que cargaba una pedrería de su traje y las múltiples cabezas de demonios en su máscara, -cinco arrobas- con indefinible gracia y majestad.

En ninguna región del Perú y sin duda de América Latina, pueden, encontrarse tan variadas y tantas danzas como en Puno. El hecho tiene aparentemente, una explicación clara: coexiste en el Altiplano la tradición quechua y aymara, que son diferentes y, durante el periodo colonial y republicano, se formaron en esa gran área, tipos de mestizaje cultural entre los dos núcleos prehispánicos y el occidental en grados de «mezcla», más diversa que en otras áreas. Existe, por esa causa, una mayor complejidad y diversidad de tradiciones en al población puneña, y cada grupo, estrato o conjunto, encontró en la danza y el canto la forma más libre y amplia de expresar todo su mundo interior. La danza y el canto fueron y son no solamente el único lenguaje libre permitido a la población sojuzgada sino que, además están sustentados en una tradición milenaria. Esas formas de arte fueron en al antigüedad el lenguaje predilecto de la multitud. Por eso el desfile de las danzas puneñas en las calles y plaza de Armas de la ciudad fue el espectáculo más impresionante y más cargado de significado que vi nunca, y le dije al prefecto del Departamento, mientras lo observamos: «Este desfile en los Campos Eliseos o en la Quinta Avenida de Nueva Cork causaría deslumbramiento y despertaría en los espectadores inquietudes jamás suscitadas antes en el corazón y la conciencia de esos públicos». Pero cuando en e nuestro país se llegue al convencimiento que nuestras danzas y música siguen siendo, por su originalidad y su riqueza, lo que de veras «Vale un Perú», que constituyen una creación humana que contribuiría a enriquecer no la industria de las metrópolis extranjeras, como el cobre o el estaño, sino la fuentes de su meditación y de su goce espiritual, entonces acaso sea algo tarde. Mediante estas danzas de Puno y las del Cusco y las de Junín y Ancash… enviaríamos algo que nos permitiría recrear y deslumbrar a Europa y a Estados Unidos y no solo suministrando materiales que les permitan acrecentar su dominio sobre nosotros, ignorándonos frecuentemente como naciones creadoras y soberanas.

Mientras tanto, la capital de la danza latinoamericana, que es la ciudad de Puno, donde los doctores, los llameros, los choferes, los enfermeros, los industriales y obreros danzan, con excepción del Rector de la Universidad del Altiplano, que es un tecnólogo muy occidentalizado- seguirá transformando y creando danzas, mudanzas coreográficas. Y ojalá sigan haciéndolo con medida, auténticamente, para su propio regocijo, sin dejarse obsesionar por la conquista de Lima o de otras metrópolis sino para dar curso a la carga de tempestades de energía, de silencio, de casi insoportable belleza que el altiplano, el lago y el cielo de Puno sigue alimentando en la criatura humana que trabaja en tanta altura, sobre el verdadero techo del nuevo mundo.

Y que, por respeto a esta ciudad y departamento, se clausure la Escuela Oficial de Danzas Folklóricas y se organice un centro, un instituto bien equipado en personal e instrumentos, si bien resulta absurdo tratar de enseñar danzas folklóricas a los puneños, en cambio es urgente estudiar su folklore, registrarlo, describirlo, e investigar sus orígenes y su valor como testimonio social y como expresión artística.

A este respecto conviene dejar constancia que la Casa de la Cultura del Perú levantó una información completa del III Concurso Folklórico y de la Fiesta. El Etnomusicólogo Josafat Roel Pineda, jefe del departamento de folklore, dirigió el trabajo; lo auxiliaron el fotógrafo y camaramen peruano Abraham Guillen, Jaime Guardia y un camaramen francés. Así, el Concurso y la Fiesta de 1967, han quedado perennizados; danzas, música, procesión, todo el ambiente humano y el paisaje podrán ser contemplados y estudiados reiteradamente.


LA DANZA DE LOS SICURIS

José María Arguedas
La Prensa de Buenos Aires (28 de marzo de 1943)
(Reproducido de "Señores e Indios". Editorial Casa de las Américas de Cuba. Editor Angel Rama)

Foto tomada por Simón Berger en 1945 en San Pedro de Ichu

El sicuri de Puno –“ppusa” en aymara– es una flauta de Pan doble. En las tumbas de Paracas se han encontrado sicuris de barro, pero estos de Paracas son, como las antaras de Ayacucho, una flauta de Pan simple. Los sicuris de Puno son de una complejidad extraordinaria; cada instrumento representa una flauta de órgano, y diez o quince indios tocando sicuris forman una orquesta, un órgano impresionante en que cada flauta está tocada por un artista, por un ser viviente y excitado de violenta sed de danza y embriaguez.
Cada sicuri está formado por dos flautas de Pan hechas de una caña muy fina y amarradas con cuerdas de tripas o con cintas de lana tejida. Una orquesta de sicuris, una tropa de bailarines, está formada por sicuris de diversos tamaños -según la nota que le corresponde tocar–, desde 40 centímetros de largo hasta pequeñísimos sicuris que se pierden en la mano del indio que los toca. Este es hoy un instrumento propio del altiplano; en las otras regiones de la sierra del Perú está desapareciendo, en el centro y en los otros departamentos del sur es ya un instrumento raro; los indios prefirieron definitivamente los instrumentos de origen español y olvidaron este y ya no lo saben tocar ni fabricar.
Pero en Puno, en la altura, el ppusa sigue siendo el instrumento principal y característico, y como no se toca en forma individual sino en grupo, es instrumento de las fiestas y de las danzas más grandes e importantes. Instrumento ritual y extraño, indio puro, significa fiesta, multitud, procesiones, vísperas de grandes borracheras y llantos; lo tocan soplando a pulmón lleno; el aire alcanza la base de las flautas, rebota y escapa por la boca de las cañas y silba; en los sicuris altos y gruesos suena con una gravedad profunda, en los pequeños y agudos produce un silbido fino y largo; todos juntos, los ppusas en una tropa de bailarines forman una orquesta de viento que oprime y sacude el alma de quien los oye; los bailarines lo tocan saltando o agachándose contra el suelo, danzando con una furtia desenfrenada; un bombo duro y grave acompaña a los ppusas, y sobre la voz gruesa y siempre igual del bombo, la voz de los sicuris se levanta y grita, como si todos los tonos del viento de las grandes alturas hubiera sido encadenado y dominado, sometido y manejado por la furiosa tropa de bailarines vestidos de espejos, de cuentas de vidrio y de entorchados de plata y oro. Es el conjunto más impresionante y hermoso que he visto en esta región del Vilcanota.
Nadie sabe cuántas danzas indias hay en el departamento de Puno; sólo sabemos que es la región más rica del Perú en bailes típicos; en ninguna otra región hay tanta variedad de danzas, ni indios o mestizos de otras regio-nes han creado tal cantidad de disfraces; nadie ha sabido aprovechar con más imaginación y fantasía los vestidos y los adornos de orígen español para disfrazar y dar brillo y misterio a sus bailarines.
Los bailarines de Puno bajan a todos los pueblos de los valles y quebradas del Cuzco para acompañar las procesiones y dar solemnidad e importancia a las fiestas principales de los pueblos.
La mayoría de las veces no los contratan ni les pagan; bajan en peregrinación por demostrar su piedad y por rendir homenaje a los santos patronos, por los agasajos y las bebidas, por deslumbrar a los pueblos y convertirse en el centro de las fiestas, y como embajadores de los indios del gran altiplano.
Los indios de Puno son pobres; en muchas provincias son miserables, acaso los más miserables de todo el Perú; hace poco, en 1939, cuando la gran sequía, murieron de hambre por centenares; pero así y todo, son gente activa, audaz, industriosa y sensible.
El altiplano es frío, cruel y de una hermosura tormentosa e inclemente; la tierra es lisa, dilatada como el viento, de un solo color y de una sola vegetación fina y baja; los rarísimos árboles que crecen en los patios de las casas sorprenden y casi infunden temor; en los horizontes lejanos y silenciosos se levantan las montañas filudas y rocosas de granito negro, y los nevados brillantes, llenos de mágico misterio, bajo la sombra de las nubes; el Lago está al centro y es como la imagen de todo este campo alto y helado, y cuando uno ve llegar las balsas al puerto, en el crepúsculo, toda esta tierra parece de nuevo primitiva, mítica y legendaria.
La música y danza de los indios de esta tierra está cargada de la silenciosa y torturante belleza del paisaje en que viven. Cuando los sicuris ensayaban en Sicuani, bajo el cielo hermoso y tranquilo de la quebrada, yo iba a escucharlos desde una esquina próxima: la voz de los grandes sicuris parecía sacudir los eucaliptus y a los árboles de durazno que crecen en algunos canchones del pueblo, el viento llegaba como empujado por el canto impaciente y alocado de estas antaras de tantos tonos, mezclados en un profundo intento de reproducir y cantar tal cual es la fría y negra nube de la gran cordillera, el cielo y la tierra de la puna alta y sin límites, de cantar el tormento del corazón de los hombres que a través de milenios han sufrido y adorado a esta tierra, esa tierra y ese mundo que los oprime y exalta.
La palabra sicuri es quechua. Se supone que viene de la palabra “sijwi”, sijwa es la paja que más suena cuando sopla el viento; sijway es un infinitivo onomatopéyico que significa silbar como la paja alta de la puna. Julián Palacios, maestro puneño, de puro espíritu indígena, diccionario viviente de toda la sabiduría del indio kolla, afirma que la palabra sicuri denomina indistintamente al instrumento y a los bailarines de la danza que lleva ese nombre. Pero el nombre específico aymara de la zampoña es “ppusa”, que viene de la palabra “ppusay”, soplar.
Julián Palacios cree que esta danza es de indudable orígen postcolombino, que los españoles, ante el espectáculo brillante e ilimitadamente variado de las danzas nativas, decidieron exhibir en las fiestas religiosas algunas danzas españolas. Que los sicuris tienen su origen en una danza peninsular que se baila al compás de una banda de músicos que era una de las muchas variantes del baile de los “morenos” o “negros”. Los indios imitaron esta danza y sustituyeron la banda de música con la ppusa o antara, que es el instrumento típico y el más perfecto de los indios kollas. Y así formaron este conjunto de “pussa morenos”, nombre en el que la palabra ppusa es el específico. El doctor Francisco Pastor, profesor universitario puneño, que ha estudiado el folklore kolla, está de acuerdo con la explicación.Los sicuris salen vestidos de lujosísimos disfraces bordados en hilos de oro y plata, tachonados de piedras brillantes y de cuentas de cristal. Se observa una evidente influencia del vestido de luces de los toreros en estos disfraces; y lo extraordinario es que los talleres donde los hacen están en Bolivia, en la región india más lejana de la influencia española. Y los vestidos que lucen los sicuris de Puno y principalmente los que bajan a los pueblos de las quebradas o se improvisan entre las colonias de indios kollas, son en realidad de segunda mano, restos o desechos de los opulentos trajes que son estrenados en la gran fiesta de Copacabana. El bailarín sicuri genuino es la imagen de una sota de oros del naipe español, y los indios, hoy mismo, les llaman “sotas” a los personajes típicos de esta danza. El “sota” lleva en la cabeza un gorro dorado y un penacho de plumas rojas y blancas. Este disfraz ha degenerado mucho hoy y el conjunto mismo ha admitido personajes extraños pertenecientes a otras danzas.
Todos los bailarines tocan zampoñas o ppusas; un bombo acompaña a los sicuris. La música de la danza es un wayno del altiplano, de aire marcial. Cada bailarín toca una sola nota, y entre todos, como las flautas de un órgano, forman la melodía de la danza. Tocan bailando, pasan por las calles en tropa; mientras caminan danzan suavemente, pero al llegar a las esquinas el bombo truena más alto, los bailarines forman círculo y danzan a saltos, mirándose las caras y aproximándose unos a otros como para acompasar mejor las notas: y suben cada vez más el ritmo del wuayno y la danza termina en un zapateo violento y alocado.
En los últimos años los conjuntos de bailes indios han ido perdiendo su pureza. La tradición perdió su rigurosa autoridad y surgió una nefasta libertad de mezclar los personajes de unos bailes con los otros. Aunque parezca contradictorio, el interés demostrado por los turistas y viajeros ha contribuído no poco a esta degeneración de las formas genuínas de las danzas, por el afán de improvisar y ostentar; por otra parte, la campaña incansable de los Adventistas contra las danzas y fiestas ha contribuído al relajamiento de las formas puras y antiguas. A esto hay que agregar la influencia de la carretera y la civilización. El indio pierde la mítica conciencia de sus bailes, se desintegra del contenido religioso y profundo de las danzas, de su valor ritual; y cuando no ve sino la forma externa; trata de acomodarla a su sentido nuevo de las cosas, vacío, intrascendente y ostentoso, y adultera los disfraces, mezcla los personajes de las danzas; atenta, con toda la audacia de su inconciencia, contra las formas esenciales de las sagradas costumbres y ritos.
Así se ha mezclado a los sicuris con los “diablos”. Los “diablos” que acompañan a los sicuris son de origen muy reciente; dice Julián Palacios que fueron creados hace unos veinte años por los obreros de Puno para solemnizar la fiesta de la Vírgen de la Candelaria. Estos diablos preceden a los sicuris y les abren camino entre la multitud; blandiendo pequeños tridentes, danzan a saltos y no tocan zampoña; se cubren el rostro con impresionantes máscaras que semejan cabezas de león armadas de grandes cuernos. El conjunto que vi en Sicuani llevaba además un “werak´ocha” (caballero). El “werak´ocha” o “Jaykuy misti” representa a los “mistis”, es decir, a los blancos; sale vestido de caballero y lleva algunas prendas militares, de soldado raso. Es el bufón del conjunto; haraposo y humilde, sirve de payaso y hazmerreir del público.
Los sicuris bailan en los pueblos de la quebrada rodeados de un gran público. Fue la danza máxima de cuantas vi en el Vilcanota. Los indios seguían al conjunto, deslumbrados y cautivos. Los vestidos de oro y de cristales los subyugaban y la música del altiplano, tocada en esos instrumentos que cubrían el pueblo con un aire de puna, de pampa helada, los exaltaba y reunía. El sol reverberaba en el vidrio de los disfraces y el wayno angustiante de la luna parecía dominar a las montañas que estrechan la quebrada y darles ese semblante lejano, frío y nebuloso de los aukis del Kollao.























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