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miércoles, 29 de abril de 2015

PRIMERA SENTENCIA JUDICIAL EN QUECHUA

Conozca la primera sentencia en quechua emitida en el Perú

  

Desde Azángaro, un 8 de abril del 2015, rememorando la gesta heróica de Pedro Vilcapaza, Prócer Azangarino, sale a luz una noticia muy importante: En una resolución sin precedentes dictada el 15 de marzo del presente, se dictó – íntegramente en idioma quechua –tres años de pena suspendida al agresor de una mujer.
Sucedió en la región Puno, en la sede del Primer Juzgado de Investigación Preparatoria de la provincia de Azángaro, donde las partes y sus abogados condujeron el juicio en la lengua indígena. Hace unas semanas, en Ilave, otra sentencia se había emitido en aymara.
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Se trata de la primera resolución en el país que es dictada en quechua y la segunda en lengua nativa. Tras un acuerdo entre el fiscal y el acusado por la vía de la terminación anticipada, el Primer Juzgado de Investigación Preparatoria de la provincia de Azángaro, en Puno, impuso sentencia contra José Chambi Chaucha, un ciudadano que había agredido a una mujer hace unos meses.

“Condeno (a José Chambi Chaucha) como autor de delito contra la vida, el cuerpo y la salud, en su modalidad de lesiones, en agravio de Clemencia Mamani Morocco; le impongo tres años con cuatro meses de pena privativa de la libertad en ejecución suspendida”. Esta es la traducción del quechua a la sentencia emitida por el juez Santos Poma Machaca el pasado 30 de marzo, sobre la que además se ordenó el pago de mil soles por concepto de reparación civil a la agraviada.

En el transcurso de la audiencia, tanto las partes como el abogado del acusado y los integrantes del Juzgado se comunicaron en quechua. Solamente el fiscal que había llevado a su cargo la investigación contra Chambi Chaucha expuso sus argumentos en castellano.




*Aquí la sentencia Nº 03-2015, en idioma quechua:







lunes, 20 de abril de 2015

ACORA PREINCA

Pasado lítico y testimonios arqueológicos pre-inkas de Ácora

 W. Jony Rodríguez Arizaca | Cultural del Diario Los Andes de Puno - 19 abr 2015







Hablar de Ácora[1] no solamente es hablar de la multitudinaria presencia de sus danzas que se muestran en los concursos por la festividad de la Virgen de la Candelaria y los numerosos premios que sus delegaciones obtienen, sino que es también hablar de uno de los pueblos aymaras más antiguos y fecundos del altiplano.
Tanto la geología, la arqueología, la antropología, etc., dan a este pueblo una antigüedad tan remota, que pierde su historia en la niebla oscura de las edades mitológicas y otras susceptibles a ser corroboradas.
Como signos de su remota antigüedad quedan en su territorio muchos de los restos arqueológicos y vestigios arcaicos. Son quizás las más conocidas por nosotros. En todo caso, por el número y por la diversidad que presentan estos vestigios en el ámbito de su territorio, debiera ser declarado Patrimonio Cultural de Importancia Arqueológica.
Sin embargo, es un caso desconocido, muy a pesar de que en su territorio se ostentan chullpas muy antiquísimos e importantes, sin desmerecer a Sillustani.
Ácora, a pesar de la destrucción y el saqueo perpetrado con la llegada de los españoles, podemos adelantar que es quizá la que más restos arqueológicos tiene diseminados en su territorio y que, ni siquiera mediante las observaciones satelitales, ha podido ser inscrita en sus archivos. Posee una riqueza arqueológica y monumentos arquitectónicos prehispánicos desde petroglifos hasta las últimas huellas de los Incas. Pero ¿por quién, y cuándo se hicieron esas obras? Este misterio es hoy impenetrable. Considero que otros son los investigadores que sabrán responder y que lo harán científicamente, desde la disciplina correspondiente.
Por ahora, nosotros, únicamente nos limitamos a presentar la relación de ellas:
Comenzaremos anotando que existen desde los dólmenes que alguna vez el arqueólogo norteamericano Ephrain George Squier (1863)[2] los registró al pasar por este pueblo, hasta las últimas chullpas que se resisten a desaparecer.
Están los túneles secretos llamados chikanas o Chinkaranis; chullpas subterráneas del periodo sombrío: chamakuta y chunchulaya, cuevas con petroglifos y pinturas rupestres; yacimientos arqueológicos prehistóricos como el de jiska iru muqu; portadas o intipunku de culto al sol: “Qhinaphaja” y “pä qala” (este último, ejemplar muy antiguo que alguna vez existió en la pampa de Yanamuri). Están también las deidades llamadas wakas, los jintilares o sarcófagos, cuevas funerarias (molino chilakachi) y, finalmente, las chullpas que iniciando por su zona media, son: las deQilluxani, yunguyo Chamakuta, Chusa Marka, Castilla Phuju en Yanamuri. Chullpas circulares de apacheta en Chamchilla, Chullpa de Kañamani, Chullpa de phaqa kachi y qaqa punku en Kuchu Isqiñakira amaya awicha y qullini en Marka Isqiña, Chullpa de qallapi, Chullpas de calvario en Ccapallawantakachijacha kachi,thiraqa, Chullpas de Qäqäiska uta o pusi iskina en Chancachi, Sankuta, las de chunchulaya y, además de otra cantidad que la zona lago ofrece, comenzando desde las desaparecidas chullpas en Socca, las chullpas de Kumpapata, las de Isla Iskata, Qupamaya, Chawllakamani, Jilamayku y otras que se enlazan con el distrito de Pilcuyo.
Su zona alta, igualmente, ofrece una cantidad de chullpas que pudimos constatar y registrar en situ. Están allí las de qalala, wirintani, Molino sector 2, kajantia (ésta última tal vez sea la chullpa más grande, 7 a 8 m. de alto aproximadamente), kachi kachini y champilla awicha en Sacuyo, chullpas de Ullakachijachakachi en Totorani y otras que aún faltan identificar y catalogar.
En las inmediaciones de Yanamuri Qhiyalla, no solo se encuentran estos mausoleos llamados chullpas, sino que existen también tumbas de ancestros re-enterrados, como era usual para sacralizar posiciones. De todas ellas, la más importante y misteriosa quizá sean las chullpas subterráneas de Chunchulaya que según especialistas tienen un parecido a los de Viscachani pukara[3]. Por lo tanto, decimos que todas estas chullpas subterráneas, túneles subterráneos (markiri Ccaritamaya y Marca Esqueña), casas y construcciones de estructuras pétreas, no quiere decir que las hayan construido los Incas, sino que fueron construidas en una época en que poblaron los primigenios proto aymaras, tal vez los Pukinas.
Finalizamos diciendo: Ojalá este pueblo y otros del altiplano puedan encontrar un verdadero amante de las ciencias que proceda a catalogarlos y hacer escarbarlas para que den al público el resultado de sus investigaciones.
Por lo pronto, adelantamos que todas estas chullpas se construyeron con pumas y serpientes en sus paredes, una prueba más de que serían construcciones pukinas, dado que estos adoraban pumas y serpientes. Dice Cuneo Vidal (1977), entre los protocollaguas: “el animal sagrado fue el puma, tuvo por misión guardar la entrada de los templos en que se guardaba la momia tutelar”[4].
[1] Distrito perteneciente a la Provincia del cercado y Región Puno. Está ubicada en plena carretera de integración Perú-boliviana. [2] SQUIER, Ephraim George: Un viaje por tierras incaicas. Crónica de una expedición arqueológica (1863-1865) [1877]. La Paz, 1974: Los amigos del libro. [3]Opinión de Ignacio Frisancho Pineda. En: Diario los Andes, Puno 01 de enero 1969. [4] Cuneo Vidal, Romeo. 1977: 38.

EZEQUIEL URVIOLA

Ezequiel: el profeta que incendió la pradera


 Jorge Ramos Cabezas * | Cultural diario Los Andes de Punp - 12 abr 2015


Conformado por doce capítulos, un epílogo (que se presenta a modo de testimonio del autor sobre su interés por Ezequiel Urviola) y un colofón (estudio académico del profesor sanmarquino Mauro Mamani sobre la obra de Padilla), esta novela viene a configurarse como una interesante propuesta narrativa, tanto por el tipo de discurso como por el tema abordado. Así, genéricamente, si bien la obra califica como novela, también puede catalogarse como una cronivela (crónica novela) —categoría aplicada a algunos relatos que dan cuenta de hechos registrados en la historia real y que ahora son llevados a la ficción—, un género estudiado por Mauro Mamani, no en el paratexto de esta novela sino en otros trabajos académicos, quien propone el término para el caso de la obra narrativa de Manuel Scorza, por ejemplo. En efecto, en la novela de Padilla se narran sucesos acaecidos en la historia real peruana de los años 20 —con un protagonista que existió en realidad, el dirigente indígena puneño Ezequiel Urviola, y alrededor del cual vemos desfilar personajes históricos nuestros, como Augusto B. Leguía, Dora Mayer, Gamaliel Churata, Pedro Zulen, José Carlos Mariátegui—; pero de una forma no documentalista ni informativa, sino más bien ficcional, o, mejor aún, en la que se entremezcla tanto la ficción como la crónica y la historia. Destaca la prosa del maestro Padilla, la sintaxis adecuada al habla español del hombre andino, el juego de planos, la descripción del ambiente de la época (tanto de Lima como de Puno) y el retrato penetrante que ha logrado de un luchador social puneño, que desde ya es de agradecer.
La novela narra la vida, pasión y tormento de Ezequiel Urviola (1895-1925), aquel mestizo puneño que un día devino un indio más, desde la cabeza hasta los pies, por decisión íntima, antes de entregarse por completo a la lucha social en pro de los campesinos y obreros del Perú, y por los que padeció hasta luego de muerto, literalmente; un líder original y comunero proveniente del distrito de Muñani (Azángaro, Puno), quien derivó del pensamiento anarquista al socialista y de quien Mariátegui diría una tarde: “El indio Ezequiel Urviola representa la chispa de un incendio por venir”; un revolucionario quien luchó contra el despojo de las tierras de sus paisanos puneños por los hacendados y quien nunca se amilanó ante la enfermedad, la pobreza, las torturas y la soledad; un joven dirigente amante de la poesía de Baudelaire y de la gestión cultural al sur del país, pero más de la justicia social y la esperanza de un mejor mañana para los hijos y nietos de sus hermanos desposeídos. En fin, esta novela trata sobre un hombre bueno, quien peleó y murió por la defensa de los derechos de aquellos que aún hoy siguen reclamando justicia, a lo largo y ancho del Perú y la región hispanoamericana, y para los que todavía arde esa “chispa” dialéctica en sus espíritus.
Una novela escrita en Puno y, aunque editada en Lima, difundida casi exclusivamente en la región surandina del país, algo que lamentamos, pues este libro es de aquellos que bien debieran ser leídos en el Perú, más allá de cualquier frontera provinciana.

SOBRE EL AUTOR:
 Feliciano Padilla Chalco (Puno, 1944) es autor de cuentos y novelas de escenario andino, especialmente puneño y apurimeño. En 1992 y 1996 fue reconocido con la Mención Honrosa del Premio Copé de cuento (“Me zurro en la tapa” y “Amarillito Amarilleando”); en 1998 ganó el Primer Puesto en el concurso nacional Canto al Lago, organizado por el Proyecto Especial Binacional Lago Titicaca (“El retorno de Qori Challwa”); y en 1999 ganó el Segundo Premio del 8.º Concurso Nacional de Cuentos, organizado por CEAL, de la Conferencia Episcopal Peruana (“A qué volviste, Nazario”). Además, en 1993 fue finalista del Concurso Nacional de Cuento César Vallejo, organizado por el diario El Comercio (“La huella de sus sueños sobre los siglos”).

martes, 7 de abril de 2015

El “temible” Isidro Mamani y la batalla de Marka Esqueña

El “temible” Isidro Mamani y la batalla de Marka Esqueña


Escribe: W. Jony Rodríguez Arizaca | DIARIO LOS ANDES DE PUNO -Cultural - 05 abr 2015
Sin embargo, en la historia oficial, poco o nada se sabe de estos grandes guerreros que participaron como comandantes y jefes lugartenientes de Julián Apasa.En la guerra revolucionaria de los pueblos indígenas contra España, sucedida entre 1780 a 1783, en la parte sur puneña, desde el pueblo de Paria hasta Chucuito, dirigían: Pascual Alarapita Tupaq Katari, Arukutipa Tupac Amaru Inga, Tupaj Nina Katari, Andrés Inka Tupaq Katari, Mateo Condori e Isidro Mamani Tupaq Katari. Todos bajo el mando de Julián Apasa Tupaq Katari, quien tenía esta adjudicación territorial de comandar la rebelión[1].
Isidro Mamani, de quien no se ha escrito una biografía real hasta la fecha, es uno de estos hombres. Él destacó en la lucha por la liberación y la independencia del indio. Supo colocarse al lado de Tupaq Katari, a la cabeza de la inmensa masa aymara oprimida, comandando las fuerzas de Ácora y actuó en los alzamientos de diferentes zonas de la región, tal como lo denuncia el informe del Cabildo del Cuzco de 1784.
Este valeroso aymara, de clara extracción indígena y que hoy es poco recordado, no sólo creó muchas iniciativas estratégicas en plena guerra con el objeto de arrasar a las ciudades opresoras, sino que hizo arrasar a los esclavistas q’aras[2], hacendados, usurpadores, mozos, acholados, caciques, gamonales y otros tiranos.
Insurgió en Zepita a la orden de Julián Apaza “Tupaq Katari”, el 18 de marzo del año 1781[3]. En los días subsiguientes, libraría varias escaramuzas como la ocurrida en Pomata, Juli, Ácora, Chucuito y Puno. En esta última localidad luchó contra el Corregidor de Puno, General Joaquín de Orellana.
Como varón, producto del movimiento de abuso excesivo, supo dar golpe tras golpe con sus manos callosas a los patrones y gamonales opresores, pues esta era la única salida para deshacerse del yugo impuesto por los foráneos. Expulsó de Ácora a todos los españoles y sus descendientes, y los persiguió hasta Chucuito, donde los eliminó a todos sin distinción de edad ni sexo, el 3 de abril de 1781.
A decir de Juan Juárez Mamani (2010): “a Isidro Mamani, natural de Ácora,… no le temblaban las manos y no dudó en mandar a degollar a la Kuraka Manuela Uriarte, en Ácora, y se hizo pasear bajo palio y música con el Cura por las calles del Pueblo…, en Chucuito los hizo arrojar al lago [a] todos los hijos de los españoles y a las mujeres las hizo degollar, por ser personas repudiadas por el pueblo aymara por los abusos que cometieron”[4].
Según el historiador nacional Juan José Vega (2003), las vidas eliminadas en Chucuito “fueron dos mil vecinos, entre criollos, mestizos y españoles”.
Isidro Mamani fue también el artífice de la Batalla de Marka Esqueña, sucedida el 30 de marzo de 1781, en las proximidades a Ácora[5]. En ella venció a los hombres partidarios de la corona y a los oficiales virreinales Santiago Vial, Nicolás de Mendiola, José Roselló y compañía de jinetes.
Su radicalismo ha conllevado a que los soldados virreinales le apodaran como el “temible” o “el maldito”.
El informe del Cabildo del Cuzco de 1784, da cuenta que “La lucha de isidro Mamani y Alarapita fue particularmente enconada contra los representantes de los caciques pro-españoles”. Y en verdad, ordenó a degollar cuanto cacique le saliera en contra.
Por su parte, el General Joaquín de Orellana, Corregidor de Puno, dice: “Mandaba esta expedición, como primer comandante, un mal indio de la provincia de Paria, nombrado Pascual Alarapita, que despedido de su patria como una maligna peste, emprendió y logró con la mayor rapidez la conquista de las provincias de Sicasica, Pacages, y la última de Chucuito, llenándolas del mayor horror y confusión con los sangrientos destrozos, incendios y latrocinio que ha ejecutado en todos sus pueblos. No obstante, con dependencia de este mismo, venía mandando otro, que se nombraba Isidro Mamani, tan malo y perverso como el primero”[6].
Cuando ya se había cercado la Villa Rica de Nuestra Señora de la Concepción y de San Carlos de Puno, Isidro Mamani y comandos, por una cuestión de estrategia, deciden retroceder hacia Ichu y luego a Ácora, el 9 y el 10 de abril de 1781. Y es allí, en Ácora, donde los fieles de la cacica Isidora Catacora lo apresan a traición y lo envían a Puno, junto a muchos capitanes, con el General Joaquín de Orellana[7]. Otros dicen que porque estaban aterrados con las atrocidades y el radicalismo de su jefe regional, Mamani.
Su entrega sería confirmada por el mismo Orellana, quien dice: “He logrado oportunamente su prisión, de cuya persona se apoderaron los indios de Acora al siguiente día de su fuga, y me lo presentaron acá, con la de otros capitanes suyos, a quienes conservo en prisiones y seguridad, para tomarles sus confesiones, y proceder a lo demás que convenga con la distinción correspondiente al carácter que representaban entre los suyos”[8].
Y como siempre, a los traidores de Mamani y de otros mandos, la españolada los premió: “A los que fueron autores e instrumentos de su prisión, y que le condujeron a esta capital, después de agasajarles y tratarlos con la mayor humanidad y blandura, les admití el perdón o indulto que pidieron por haberse contaminado e incorporado con la rebelde tropa que pasó por su pueblo, como se ha dicho. El motivo que los estimuló a esta osada determinación, fue la consideración de que habiéndoles seducido para hacerles cómplices de su rebelión, y auxiliarles de sus maldades, retrocedía con tanta aceleración, dejándoles sin abrigo y abandonados a los golpes que les amenazaban desde esta villa, de donde procuraría yo sorprenderlos para castigar sus delitos, como sin duda lo habría practicado de lo contrario para escarmentar a los otros”[9].
Para mediados del mes de Mayo, Isidro Mamani fue remitido a la Ciudad del Cuzco por Joaquín de Orellana, donde fue sometido a juicio por orden del General José Antonio de Areche, en cuyo proceso el Fiscal español levantó cargos. Actuó como su abogado el español Juan Munive y Mozo.
El 14 de Julio fue sentenciado a la pena máxima por orden del General Areche. Antes es arrastrado de la cola de un caballo atado de pies y manos, con soga al cuello, hasta el lugar del suplicio, donde dos meses antes había sido sacrificado José Gabriel Condorcanqui. Fue ejecutado en la horca el día 18 de Julio de 1781, cuando apenas tenía 34 años de edad. Sus restos fueron incinerados y las cenizas esparcidas al aire[10]. Hoy, ese lugar de suplicio, es la Plaza Mayor del Cuzco.
Así terminó sus días el “temible” Isidro Mamani, por querer alcanzar y legarnos una patria libre y con justicia.
Como él, después de derrotadas las tropas revolucionarias, muchos líderes indios son entregados a traición al enemigo, mientras que otros huyeron hacia la región de los yungas de La Paz, etc. y otros seguramente acabaron ahorcados y ajusticiados, al igual que Mamani, como era la costumbre española de la época.
De su nacimiento no hemos podido hallar ningún indicio, nada, ni dato ni documento que pruebe su nacimiento, sólo fragmentos de referencias de fuentes archivísticos de la época (1780-1781) que señalan a este guerrillero como el máximo “lugarteniente de Ácora” y catalogado como el más sanguinario del ejército katarista. Por lo mismo, es posible que haya nacido en Ácora. Además, hallamos para 1780, un padrón de indios tributarios de Ácora, mandado a hacer por orden del gobernador de Chucuito Don Ramón Moya[11]. En ella se halla el nombre de Isidro Mamani, que aparece como indio tributario y miembro del Ayllu Jila Qullana del cacicazgo de Isidora Catacora. ¿Coincidencia?, ¿homonimia?, cuestión de seguir hurgando. Agradecería mucho a mis amigos e investigadores si acaso me dieran alguna luz acerca del origen de este hombre.
Por el momento, partes militares de la época (rebelión de 1780 a 1781)[12] y extractos de referencias de don Benito Mata Linares, oidor de la Real Audiencia de Lima que recibió la declaración de Isidro Mamani en Cusco[13], señalan a Mamani como un “indio originario y actor determinante de Ácora”, por haber conducido a los sublevados de la zona y haber ordenado la matanza en Chucuito. En otros pasajes de estos documentos es también señalado como “indio rebelde y lugarteniente de Ácora”. Sin embargo, más pudo la pluma de los “connotados” etnohistoriadores que hacen la historia regional y son ellos quienes afirman (sin citar fuentes) que Mamani habría nacido en Zepita. Suponemos que se valen de la única y difusa fuente referencial que viene del proceso de juicio seguido contra Mamani en el Cusco.
Se trata del muy difundido expediente publicado por la comisión Bicentenario de la Rebelión de Tupac Amaru en 1781[14], la misma que también, unos años antes, la Historiadora Scarlett O’phelan Godoy (1979) había recogido. En ambas se registran a Isidro Mamani y a Mateo Condori como indios originarios de Zepita. No obstante, pasado el tiempo, en boca de analistas y críticos de la historia, se sabría que ninguno de estos mandos llevados a juicio habrían declarado con la verdad.
Se sabe que Mateo Condori no fue de Zepita, sino de Chucuito. Asimismo, que Isidro Mamani no se había incorporado recientemente a los rebeldes Andrés Inga Túpa Catarí y Mateo Condori[15], como dijo en sus declaraciones, sino que fue el primer comandante en jefe del ejército katarista de la región Lupaca (Chucuito) con reconocida autoridad en el hoy sur puneño. Además, se sabe que para 1780 este valeroso aymara, al igual que Pascual Alarapita, tenía a su mando la guerrilla más prestigiosa del lugar, por lo que despertaba muchas envidias.
La posteridad no siempre ha sabido ser grata con este héroe de tanta prestancia. Actualmente no se conoce un colegio, una plaza o un parque que ostenten su nombre; sólo algunos pequeños pasajes de notas que los historiadores, especialmente regionales, se esfuerzan en anotar para enaltecer sus hazañas. Ojalá, sobre todo en Ácora, se haga un justo homenaje por estas fechas, en que se debe rememorar la gesta de la Batalla de Marca Esqueña.