Inmolación de Pedro Vilcapasa Alarcón. 241 Aniversario
Desde Azángaro en el 241 Aniversario
De mi participación en el evento organizado por la UGEL Azangaro
Sean mis primeras palabras de saludo al distinguido director de la UGEL Azángaro Prof. Néstor Villasante Paredes, a su especialista de CCSS Lizbeth Macedo, coordinadora de este evento, del mimo modo a Prof Bonifacio Mamani Machaca y al distinguido Ing. Rene Calsin Anco, y al Gerente de desarrollo social de la MPA, don León Quispe Huaranca, al Alcalde provincial de Azángaro, Salvador Apaza Flores, por la labor que inicia incluyendo este evento en el programa general de rememoración de la inmolación del general Pedro Vilcapaza, y a toda la distinguida audiencia que sigue de manera presencial o virtual este importante CONVERSARTORIO sobre LA INMOLACION Y TRASCENDENCIA DEL GENERAL CAMPESINO PEDRO VILCAPAZA ALARCON Y SU REPERCUSIÓN EN LA ACTUALIDAD PARA UNA CIUDADANIA ACTIVA.
(Realizado el pasado 05 de abril del 2023, y organizado por la UGEL- Azangaro con el apoyo de la Municipalidad de Azangaro, que incluyo este evento dentro del programa general de rememoración de aquel acontesimiento historico.)
ACERCA DE LA TRASCENDENCIA DE PEDRO VILCAPAZA
Escribe:
Bruno Ismael Medina Enríquez
En
ocasión de recordar el 241 Aniversario de su cruel inmolación y muerte ejecutada
por los españoles, participamos conmemorando la trascendencia de su acción para
que nuestros compatriotas tengan un ejemplo del comportamiento humano, en la
lucha por la reivindicación social, en la búsqueda de una sociedad mejor, aún utópica
para nuestros pueblos
Hace
algo más de 50 años en la historiografía peruana la trascendencia de Túpac Amaru,
ha sido considerada levemente como parte de la lucha por la independencia
peruana de la corona española, como si ese acontecimiento fuera un simple
movimiento o revuelta campesina, que quería restituir el orden incaico y
destruir la sociedad colonial imperante en la época; paralelamente la presencia
de Pedro Vilcapasa en la historia era totalmente desconocida, salvo con alguna
referencia ocasional de su nombre, sin considerar la importancia que tuvo su
protagonismo en la segunda etapa de la Revolución.
J.D.
Choquehuanca en su “Estadística de la Provincia de Azángaro” de 1832, lo había
tomado en cuenta, describiendo en breves textos la importancia del papel de
Vilcapaza en la revolución de Túpac Amaru, allí reproduce las frases que le hubo
dicho a Diego Cristóbal Túpac Amaru, cuando este anuncia la firma del armisticio
con los Españoles, al que él se niega aceptar, y recuerda las frases que
expresara en la hora postrera de su muerte. A su iniciativa, el 18 de abril de 1828
el Congreso Nacional de la República le había conferido a Azángaro el honroso
título de "BENEMERITO y HEROICO PUEBLO DE VILCAPAZA" por su
participación en la gesta libertaría, tuvieron que pasar muchos años después, en
que el gobierno el 20 de junio de 1989
expide la Ley N° 25065, otorgándole el título "AZANGARO TIERRA
PROCER, CUNA DE LA REVOLUCION EMANCIPADORA DE PEDRO VILCA APAZA.
De
aquel siglo decimonónico es Modesto Basadre quien en su libro “Riquezas Peruanas”, de 1883, hace reseñas de
Prócer, en especial en un capítulo referido a la laguna Putijlaca, donde revela
estarían escondidos los tesoros que Vilcapaza había rescatado de los españoles,
y describe a Azángaro como que en esa ocasión había sido nominada como “la
Capital del Imperio de los Incas” y a Vilcapasa lo califica como un indio bien
educado, pero radical, como un rebelde que arrasó con todas las propiedades,
minas y obrajes de los españoles a lo largo de todo el norte del Altiplano, lo
identifica primero combatiendo con Andrés y luego con Diego Cristóbal Tupac
Amaru, aunque no hace mayor descripción de sus acciones, Modesto Basadre se
informó de ello, cuando en 1849 es nombrado Subprefecto de Azángaro, pero lo
cierto es que sus textos se publican en un tiempo en que poco se sabía de ello
en la historia peruana, y simplemente en el tiempo quedo como un anecdotario de
un lejano pueblo que Basadre cuenta en razón que hubiera estado allí, como que
estuvo también en otros lugares de donde cuenta sus anécdotas o leyendas
populares.
La
primera persona que reivindicara la trascendencia de Pedro Vilcapasa en los medios
intelectuales y académicos, fue Lisandro Luna, por medio de su libro publicado
en 1944 “El Puma Indomable”, apelativo que luego quedó como mejor
identificación del prócer; Luna publica su obra en una época en la que
mencionar su nombre era casi cometer un sacrilegio, una loa a ese nombre era
considerado como una expresión de
incitar a la rebeldía de la “indiada”, de ahí el importante valor que le imprime
Lisandro Luna en su obra, que más que en un relato histórico, en una prosa
poética y metafórica muy valiosísima que lo enaltece como escritor.
No
hay que dejar de recordar su importante participación en aquella época, cuando el
obelisco se construyó en la Plaza San Bernardo; dedicado y realizado
“oficialmente” en homenaje a José Domingo Choquehuanca, a iniciativa y
persistencia de Benjamín Jiménez Camacho, empedernido choquehuanquista, y
autoridad en la época, que no está dedicado a Vilcapaza, a despecho de las
autoridades y personas notables de aquel tiempo, que jamás permitirían la
reivindicación de aquel indio rebelde, menos aún en algún monumento, aunque sus
imágenes dicen lo contrario.
Sobre este tema conversamos varias veces hace algunos años con su autor del obelisco el Arquitecto Leonel Velarde, allá en su acogedora casa de Barranco, y en amplios diálogos con su esposa, su hija Etna Velarde, la gran pintora nacional y el escritor José Luis Ayala, con quienes compartimos largas noches de tertulia; el gran Leonel cuenta que había emigrado del Cusco hacia Azángaro, en razón de manifestar sus ideas políticas luego del golpe de Estado contra el Presidente José Luis Bustamante y así no verse afectado por la represión en su contra y contra el sector popular de entonces; al llegar a esta tierra y asumir el encargo de la construcción del obelisco, “A Choquehuanca”, tuvo que nutrirse de mayor información para realizar su creación, razón por la que se vinculó amicalmente con Lisandro Luna quien ya había publicado una obra sobre "Choquehuanca el Amauta", y para él era necesario conocer más sobre José Domingo Choquehuanca, siendo ya Leonel un artista e intelectual cusqueño de renombre, conocía en amplitud a Túpac Amaru II, pero solo sabía que Vilcapasa era uno de sus seguidores, por lo que en las conversaciones con Lizandro Luna, de paso también se nutrió de conocimiento de las acciones de Vilcapasa, cuyo importante y heroico protagonismo durante la revolución y luego de la muerte de Túpac Amaru lo impresionó de sobremanera, y sugirió que también sea reivindicado en el monumento, aunque el encargo fue realizar el obelisco a Choquehuanca, sin embargo en la iconografía que se exhibe desde entonces en el obelisco, está sólidamente y soberbiamente presente el Puma Indomable,en aquella oportunidad Leonel nos dijo: “para mí eso fue una verdadera reivindicación al indio rebelde azangarino”.
En la vista cuando Leonel Velarde esta tallando uno de los 4 pumas, una fotografia que Leonel me hubo regalado, entonces.
Leonel Velarde ya era conocido artista en Puno, anteriormente había refaccionado la Iglesia de Paucarcolla, como tambien fue quien remodelo la plaza principal de Huancané, años antes de trabajar en Azangaro, donde construyo el obelisco, diseño y remodeló la fachada el templo de dicha ciudad.
En
esa misma década de los 50s, en que se crea el Colegio Nacional que luego toma
el nombre de Pedro Vilcapasa a solicitud de la población, el Colegio desde su
creación se convirtió en una ventana de difusión del nombre vilcapacino, más
aún su primer Director, Don Gabino Sumarriva, escribió una obra teatral “El
Puma Indomable”, que fue representado un buen tiempo por su alumnado.
Se
han escrito varios textos sobre la Revolución Tupacamarista, pero escasamente
sobre la trascendencia de la segunda parte de dicha revolución, es decir
después del descuartizamiento de conductor, casi nadie hablaba de Diego
Cristóbal o de Pedro Vilcapasa. Boleslao Lewin, publica en Buenos Aires una
temprana obra “Tupac Amaru, el rebelde.
Su época, sus luchas y su influencia en el continente” cuya primera edición
lanzó Editorial Claridad de Buenos Aires en 1943. Importante obra sobre el
Rebelde para la época, allí se refiere a la segunda etapa de la revolución
tupacamarista, y como protagonistas a Diego Cristóbal y a Andrés, sin hacer
referencia a Pedro Vilcapaza, en cambio ensalza el protagonismo de Julián Apasa
(Túpac Catari), en razón que Lewin para desarrollar su libro, había realizado
intensa investigación en Bolivia, especialmente en Chuquisaca.
El mayor
conocimiento de la Revolución Emancipadora de Túpac Amaru II, recién es
promovida y revalorada con mayor ahínco durante el gobierno militar de Juan
Velazco Alvarado, en tanto que aparte de reivindicar algunos reclamos y
demandas que invocara José Gabriel Condorcanqui en beneficio de los pueblos
originarios a la corona Española, como la propiedad de la tierra; Velazco toma
su imagen como ícono para promover e impulsar la Reforma Agraria, dictada por
dicho gobierno, y que se convirtiera en una de sus más importantes medidas, en
tanto que cambió profundamente el régimen de la propiedad de la tierra, que se
mantenía por siglos hasta ese 1969, propiedad incrementada por los hacendados
luego de la independencia colonial de España, a fuerza de explotación y
esclavización de las masas campesinas, situación que en Azángaro desde hacía 150 años se había consolidado con
mayor fuerza; no debemos olvidar que en esta provincia de Puno, fue el lugar
donde mayores propiedades tenían los gamonales, inclusive con haciendas que
abarcaban no solo la provincia, sino otras provincias vecinas, y la acumulación
de la propiedad agraria se convirtió en un derecho consuetudinario, para
quienes heredaron o adquirieron de diversos modos, la propiedad de la tierra,
tema que amerita referirse en otra ocasión.
Aunque
el nombre de Túpac Amaru II, y su obra,
fue promovida recién en ese periodo con mayor interés por su orientación
nacionalista, el nombre de Pedro Vilcapasa y el papel que cumplió en este movimiento
no fue considerado con preocupación especial, más aun en nuestra provincia como
en nuestro departamento, salvo el nombre del más importante colegio secundario,
de organizaciones gremiales campesinas,
que a todo derecho tomaron su nombre, además del monumento frente al templo y
la tradicional calle que desde siempre tomara ese nombre.
En
la década del 70 gracias a la difusión de la Revolución de Túpac Amaru, una
comisión nacional encargada de la celebración del sesquicentenario de 1971,
tuvo la oportunidad de publicar mucho material referido a los aportes que
hubieron para la Emancipación, entre ellos muchos referidos a Tupac Amaru II, recién
allí vemos de algún modo, el nombre de Pedro Vilcapasa en su mejor expresión, estan
en los partes de guerra de los generales españoles que combatieron a Diego
Cristobal y a Vilcapasa en el Altiplano, informes que desnudan la valentía del
ínclito rebelde campesino, ello permite
que nuevos autores se refieran a él, como Atilio Siviriche, o Juan José Vega,
tomándole mayor interés a la segunda etapa de la Revolución y el papel que
jugaron los líderes revolucionarios del altiplano, entre ellos una temprana
obra "La Rebelión de Vilcapasa", de Fortunato Turpo, publicada en
Arequipa en 1971
Luego
ocurre la Celebración del Bicentenario de la Revolución en 1980, ocasión que
más intelectuales difundieran con mayor interés su conocimiento. En 1982, hubo
una importante presencia de la comisión celebratoria de dicho bicentenario en
la ciudad de Azángaro, valorando con ello al héroe azangarino, se publicó una
estampilla conmemorativa, por disposición de la ley 23579, se inauguro un
monumento frente al atrio del templo, en homenaje al Bicentenario de la
gloriosa muerte del Prócer de la Emancipación Peruana Pedro Vilcapaza, recién desde
entonces se considera a Vilcapaza como PROCER de la independencia.
En
1981, el Comandante EP Alejandro Seyrelan Leiva, publica el tercer tomo de su
obra “Historia del Ejército Peruano,
referida al ejército durante la dominación española del Perú,” dedicada
especialmente a la Revolución de Túpac Amaru II, allí muestra mediante diversos
croquis, los encuentros y batallas realizados en el altiplano entre los
rebeldes y españoles, donde participó Pedro Vilcapaza, una vez más aquí se
revalora su trascendencia en la segunda etapa de esta lucha contra el dominio
español.
No
debemos olvidar que el profesor Odón Cárdenas Mayta, tuvo un importante
papel en la decisión de que el
Ministerio de Educación incluyera en la curricula escolar de efemérides a
celebrar, la fecha del 8 de abril, recordando la inmolación de Pedro Vilcapaza,
hecho que ha contribuido en gran medida el conocimiento de esa presencia
inmortal en las nuevas generaciones.
Gracias
a todo ello, ya en este tiempo se puede conocer más sobre Pedro Vilcapasa,
muchos autores azangarinos, puneños y otros de dimensión nacional, que no
referimos en afán de no olvidar a alguno,
le han dedicado versos y textos sobre su importante papel en la Revolución
Tupacamarista y su gran contribución, en el proceso de emancipación de la
colonia española, cuyo bicentenario se recuerda este año, y en el papel y
ejemplo moral que continua cumpliendo en el largo proceso de alcanzar la
segunda independencia, no del imperio español sino del imperio del capitalismo,
que seguramente nosotros no la veamos llegar, sino las nuevas generaciones que
siguen su legado, podrán alcanzarla para el bienestar de nuestros pueblos en
una nueva y mejor sociedad.
De
nuestra parte en los años 90 del siglo pasado publicamos en la Revista Aswan
Qhari, algunos textos de don Severo Castillo, donde nos cuenta hechos de su
propia experiencia e investigación, ya que durante varios años Severo Castillo
fue profesor en los lares donde nació Pedro Vilcapaza.
Aun
todos estos hechos descritos, el nombre de Pedro Vilcapaza sigue siendo
considerado con menor importancia en la historiografía del Perú, es papel
nuestro difundir su trascendencia en mérito a su permanente reivindicación. Bien
por los diversos homenajes, monumentos, obeliscos que en su nombre se
construyen, de manera oficial, bien por las nuevas generaciones que escriben, y
publican sobre Pedro Vilcapaza, sin embargo nos queda aún seguir repitiendo a
manera de revalorar su valentía, aquellas palabras que retumbaron en la plaza
azangarina aquella soleada mañana del infausto 8 de abril, “Llaqtamasiykuna, kay inti rayku, ñoqa hina
wañuyta yachaychis”. (Azangarinos, por este sol que alumbra, aprended a morir
como yo).
No
debo terminar esta participación sin leer un texto que hube escrito hace ya
varios años, en el diario Los Andes y que es reproducido por Bonifacio Mamani,
en su importante trabajo referido a Pedro Vilcapaza.
“Su pueblo fue redimido con su muerte, la cabeza del
rebelde al día siguiente desaparece, rescatada por su hermanos; dice la
tradición que fue llevada a ser enterrada en el mismo lugar donde se enterraron
los tesoros de los rescates, en la laguna de Putislaka, muy cerca de su Moro
Orcco querido, donde viera la luz de la vida, donde ahora podía ver entre las
tinieblas de la muerte, la luminosidad que brinda la libertad; la gloria de su
heroísmo y la satisfacción del deber cumplido en honor a su pueblo. Sigamos su
ejemplo: ¡Nunca estar sometido al poder ignominioso!.
“En vano pues esos días de abril, Joseph Del Valle
se había esforzado por sacar de los labios de Vilcapaza el destino de los
tesoros, menos un suspiro siquiera para pedir clemencia esperando el perdón,
sus palabras se las llevó a la tumba; en la hora postrera sus labios solo
esputaron un grito rojo de coraje, empapado en sangre rebelde que estremeció a
la tiranía y el oprobio, más pudo su coraje de Puma Indomable que la traición,
que no es un valor que los incas cultivaran. Más pudo el derecho a la libertar,
la muerte gloriosa acabó primero con él, antes que verse sometido a un gobierno
que tanto los oprimió. Ese fue su sino.
Para concluir con la hermosa
prosa de Lizandro Luna en 1944.
“Con su muerte heroica honra a su raza esclavizada. La redime del oprobio. Su martirio es una glorificación porque ha muerto de la muerte de cuatro siglos con el dolor que consumió el indio en su cruenta esclavitud. Se hunde sereno y firme en su gran noche iluminada, encendiendo llamaradas de admiración. El gran rebelde cayó inmolado. Pero su recuerdo siguió ardiendo como una tea. Siguió ardiendo alimentada por su rebeldía inmortal. Pasó a la historia. La tierra guardó su voz sanguinolenta, el eco de sus cóleras quemantes, el palpitar de ese motor poderoso que fue su corazón de bronce: el temple magnífico de su voluntad indomeñable. Entró a la mansión serena de la Historia…”
NUESTRA VISION ACTUAL DE VILCAPASA
En el tiempo no se conoce
un retrato ni imagen original de Pedro Vilcapaza, quienes representan(ron) a
Vilcapaza lo hicieron o lo hacen con criterio político interesado, desde la clase
social que representan, asi algunos tienen la identificación a un aborigen
rebelde que alza su grito de protesta en vano, ya que los destinos del hombre
humano los ha establecido Dios, por eso lo muestran con ojotas, desnudo,
musculoso, seguramente en afán de reivindicar al común "indio
explotado" de la colonia, y por supuesto al yanacona de la republica hasta
los años 70s, forma y tradición de identificarlo
que se acostumbró en los años 50s del siglo pasado, como ese de los dibujos que
hiciera el Sr. Alvaro Cano de su rostro, con la boca abierta y los pelos
hirsutos, recreado de cuanto lo están descuartizando y/o cuando estuviera pregonando
"Por este sol que nos alumbra....", seguramente para mostrar su rebeldía
expresada en ese rostro, imagen que por mucho tiempo se ha mantenido y que ha
sido recreado o reinterpretado, en algunos dibujos o esculturas aun en
monumentos, cuando en realidad la
historia lo recrea de otro modo. Quienes hablan de Vilcapasa en sus partes de
guerra, o reconocen la autoridad que ostentaba en su tiempo, lo reconocen como
que fue miembro de la milicia española con el grado de "Sargento
Sillero", además la ocupación que tenia de arriero, por lo que dominaba el
caballo, y según la tradición tenía dos; conocía el arma blanca y por supuesto
lo usaba, sea esta un sable, espada, puñal, o lanza, y por supuesto que tenía
un arma de fuego para su uso común, siendo arriero lo requería y en el extremo
de la lucha que emprendiera, no podía dejar de tener un arma de fuego de los
tantas que rescató en las batallas contra los españoles, es más, para montar a
caballo siendo arriero y comerciante, usaba botas a la usanza de ese tiempo, y por
supuesto no viajaba por el altiplano a soliviantar los pueblos calzado de
ojotas, tenía que mostrar su autoridad y mando en nombre del Inca Tupac Amaru
II. Es más, tenía raigambre de "indio noble", de raíces ancestrales
incas, descendiente de curacas notables, no era analfabeto, era educado, con
estudios, y no andaba desnudo, menos con ojotas, vestía como un normal cacique,
propietario de tierras desde sus ancestros, vestimenta de mestizo, pantalón y
chamarra de seda, poncho que era de común uso en los diversos estratos.... y más
razones para re recrearlo de ese modo, no con insultos a los autores de las
obras en dibujo o escultura, quienes tienen todo el valor de conceptuarlo con
su propia concepción, es más en sus trabajos de arte los artistas deben reivindicar
en esta valía a Pedro Vilcapaza.
A fines de los 70s. escuche
a Juan Jose Vega reivindicar la segunda etapa de la Revolución Tupacamarista y a
los próceres del altiplano que participaron en esa etapa, en especial el liderazgo
del prócer azangarino, contra los realistas en diversos sitios y batallas , eso
hizo que cambiara mi percepción de Vilcapasa, por eso que ahora yo lo veo así:
entrando ¡triunfante! a la ciudad de Puno, a galope de caballo, arma en mano
alzada, bajando de las cumbres del "¡Alto Puno”, arengando a sus huestes
que están desalojando a los españoles de esa ciudad!!, como sucedió aquel 28 de
mayo de 1781, cuando las fuerzas rebeldes toman por asalto Puno, bajo la
conducción de Vilcapasa, luego que los españoles al mando del Mariscal del
Valle se retiran vencidos en pleno invierno, solamente protegidos por sus 800
descalzos fusileros de Lima y los 133 efectivos que tenía Orellana, ese
ejercito vencido y reducido que llega a la ciudad del Cusco el 4 de julio de
1781, después de 39 días de penosa
marcha, con un reducido número de soldados y 8000 civiles, que huyeron
de la ciudad.
Esa es la imagen que
desde entonces de Vilcapaza, El Puma Indomable triunfante y ganador, brazo en alto,
a galope intenso de Caballo, ingresa a la ciudad de Puno, abanderado de sus
huestes, listo para colocar la Wiphala, en la parte más alta del templo de la
ciudad de Puno.