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miércoles, 2 de febrero de 2011

FIESTA DE LA MAMITA CANDELARIA DE PUNO

Puno, otra capital del Perú.







Video Promocional de la Fiesta de la Candelaria de Puno





Por José María Arguedas.

Publicado en el Diario El Comercio el 12 de noviembre de 1967

A Ciro Alegría, a lo que su obra significa.

No creemos que exista en América un acontecimiento comparable en cuanto a danzas y música, con la fiesta de la Virgen de la Candelaria de Puno. Pero este año ocurrió un hecho que magnificó aun más este acontecimiento, esta fiesta coincidió con el Carnaval. Y así pudimos ver y oír la música y las danzas tradicionales del Altiplano, los profanas y religiosos interpretando el regocijo, la inspiración artística del pueblo con instrumentos y pasos de danzas en los cuales podrán sentirse y reconocerse la voz y la imagen de América Latina y de la Europa de todos los tiempos.

La fiesta de la patrona de Puno ha cambiado al ritmo de los cambios que han convertido al Perú en un país que se moderniza desesperadamente, que, por eso mismo, y que por eso cambia,. Fui a observar y a participar de la fiesta en mi condición de profesor de investigaciones folklóricas de la Universidad Agraria de la Molina; recibí una invitación de la Federación Folklórica Departamental. Intentaré escribir un ensayo académico del tema, pero es conveniente informar al gran público acerca de esta Fiesta, por su importancia para todos los peruanos y para quienes nos visitan.

La fiesta tiene dos fechas principales, el Día y la Octava, El 2 de febrero Día de la Virgen, acudían a Puno los bailarines «del campo», una multitud de indios con sus instrumentos antiguos y modernos, con trajes cargados de pedrería, como en «La Morenada», o con gorros emplumados, o disfrazados de cóndores y llameros, acompañaban a la procesión. Algunos barrios de mestizos de la ciudad ofrecían a la Virgen comparsas de «Sikuris», principalmente el barrio «Mañazo», se afirma que la más numerosa e imponente. Así, la fiesta religiosa principal de Puno tenía las mismas características que todas las demás de los pueblos andinos, mestizos e indios, la solemnizaban y le daban «colorido». En las danzas le mostraban a la Patrona y a las castas o clases dominantes, sus creencias y su concepto sobre la sociedad y el mundo, Podían, entonces, permitirse ser claros y elocuentes para quienes eran capaces de entender símbolos, frecuentemente de significación no muy directa: magistrados, autoridades, representantes de los poderosos, podían aparecer entre los personajes de los bailarines con un rostro cruel o repulsivo, y cóndores, osos, indios , negros, loros o serpientes eran mostrados en figuras llenas de gracia o de majestad, de misteriosa o de terrible apariencia. La Octava de la Virgen de la Candelaria de Puno, era la fecha de la ciudad. En las últimas décadas, la Octava se convirtió en el día más importante, los barrios de la ciudad transformaron la presentación de las comparsas de danzas en una especie de competencia que otorgaba prestigio y que, por la misma razón, comprometía el prestigio del barrio. El Instituto Americano de Arte de la ciudad le dio formalidad a la competencia popular y organizó un festival, una especie de concurso de danzas, el Día de la Octava, en la Plaza de Armas.

Hace cuatro años, los conjuntos de bailarines que intervienen en el desfile y exhibición de la octava, decidieron federarse y organizar por su cuenta un concurso aún más formal y presentarlo en el Estadio Monumental de la ciudad. La iniciativa tuvo buena acogida en todos los barrios y sus autores lograron contagiar a algunas comunidades de la provincia y de otras provincias vecinas.

El III Gran Concurso Folklórico se realizó este año en la Octava de la Fiesta de la Virgen, que desde la iniciación de estos festivales, se celebra no al octavo día, sino el domingo siguiente al 2 de febrero.

Más de dos mil bailarines actuaron en el Estadio ante la multitud de veinte mil personas, De los 27 conjuntos, seis procedían de pueblos y 21 de los barrios de la ciudad. Se pudo así observar las modificaciones que los grupos populares han introducido en danzas que eran exclusivas del campo, como la «Llamerada» los «Sicuris» y la «Morenada» y la presentación de nuevas danzas como el «Rey Moreno». Los conjuntos urbanos han cargado de pedrería, de cintas de oro y plata, de lentejuelas, los trajes de antes eran llanos, algunos han modificado los pasos, la propia coreografía y el número de los personajes y de los músicos, la competencia los ha estimulado e inducido a crear, con el objeto de dar a los conjuntos mayor brillo, espectacularidad, lujo. Los grupos tradicionales, de los cuales derivan estos de la ciudad. Aprecen ahora ante los ojos de la multitud urbana como algo «pobres» y sencillos. Y aun dentro de los propios conjuntos urbanos, en ciertos barrios, se han establecido nuevas jerarquías sociales que se expresan en estos nuevos grupos de danzas.

De los dos mil bailarines que participaron en el último concurso, la mayoría era de procedencia aymara. Ellos pertenecían a las danzas más lujosas; se refuerzan con trajes y bandas de músicos que alquilan en Bolivia. Bailaron como pájaros, como demonios y ángeles en el campo de grass y ante el regocijo del sol que durante esos domingos de concurso ha disipado siempre las nubes y también interviene en la gran fiesta. Los pocos conjuntos quechuas aparecieron con sus armoniosos trajes, cantando y bailando con tono profundo y tierno, que contrasta con el ritmo, que nos parece enérgico, de la música aymara. El Estadio Monumental de Puno, aquel día 5 de febrero, durante cinco horas mostró el desfile más espectacular, más cargado de símbolos y de significado que es posible presentar en la América Latina.

Oímos el antiquísimo siku y las trompetas y saxofones, los pinkillos y trombones, cada instrumento, por si solo y en el conjunto al que había sido integrado, volcando el sentimiento de hombres ya socialmente diversificados y que consideran el mundo y su propia vida con valores y conceptos diferentes. Como un río, cuyas aguas provinieran de universos distintos, desfilaron los veintisiete conjuntos del III Gran Concurso Folklórico de la Fiesta de la Virgen de la Candelaria de Puno. Desfilaron en el Estadio, en las calles y en la Plaza de Armas de la ciudad. Ante las autoridades y el público, a ratos silencioso y a ratos enardecido, pasó el gigantesco, solemne, fino y resplandeciente Caporal Mayor de la danza «Rey Moreno» del barrio Laykakota- el minero y ex guardia civil Alberto Pizarro- encabezando el desfile en la Plaza de Armas, y a poca distancia, el otro caporal, señor Angel Oda –alto funcionario de un Banco.- que cargaba una pedrería de su traje y las múltiples cabezas de demonios en su máscara, -cinco arrobas- con indefinible gracia y majestad.

En ninguna región del Perú y sin duda de América Latina, pueden, encontrarse tan variadas y tantas danzas como en Puno. El hecho tiene aparentemente, una explicación clara: coexiste en el Altiplano la tradición quechua y aymara, que son diferentes y, durante el periodo colonial y republicano, se formaron en esa gran área, tipos de mestizaje cultural entre los dos núcleos prehispánicos y el occidental en grados de «mezcla», más diversa que en otras áreas. Existe, por esa causa, una mayor complejidad y diversidad de tradiciones en al población puneña, y cada grupo, estrato o conjunto, encontró en la danza y el canto la forma más libre y amplia de expresar todo su mundo interior. La danza y el canto fueron y son no solamente el único lenguaje libre permitido a la población sojuzgada sino que, además están sustentados en una tradición milenaria. Esas formas de arte fueron en al antigüedad el lenguaje predilecto de la multitud. Por eso el desfile de las danzas puneñas en las calles y plaza de Armas de la ciudad fue el espectáculo más impresionante y más cargado de significado que vi nunca, y le dije al prefecto del Departamento, mientras lo observamos: «Este desfile en los Campos Eliseos o en la Quinta Avenida de Nueva Cork causaría deslumbramiento y despertaría en los espectadores inquietudes jamás suscitadas antes en el corazón y la conciencia de esos públicos». Pero cuando en e nuestro país se llegue al convencimiento que nuestras danzas y música siguen siendo, por su originalidad y su riqueza, lo que de veras «Vale un Perú», que constituyen una creación humana que contribuiría a enriquecer no la industria de las metrópolis extranjeras, como el cobre o el estaño, sino la fuentes de su meditación y de su goce espiritual, entonces acaso sea algo tarde. Mediante estas danzas de Puno y las del Cusco y las de Junín y Ancash… enviaríamos algo que nos permitiría recrear y deslumbrar a Europa y a Estados Unidos y no solo suministrando materiales que les permitan acrecentar su dominio sobre nosotros, ignorándonos frecuentemente como naciones creadoras y soberanas.

Mientras tanto, la capital de la danza latinoamericana, que es la ciudad de Puno, donde los doctores, los llameros, los choferes, los enfermeros, los industriales y obreros danzan, con excepción del Rector de la Universidad del Altiplano, que es un tecnólogo muy occidentalizado- seguirá transformando y creando danzas, mudanzas coreográficas. Y ojalá sigan haciéndolo con medida, auténticamente, para su propio regocijo, sin dejarse obsesionar por la conquista de Lima o de otras metrópolis sino para dar curso a la carga de tempestades de energía, de silencio, de casi insoportable belleza que el altiplano, el lago y el cielo de Puno sigue alimentando en la criatura humana que trabaja en tanta altura, sobre el verdadero techo del nuevo mundo.

Y que, por respeto a esta ciudad y departamento, se clausure la Escuela Oficial de Danzas Folklóricas y se organice un centro, un instituto bien equipado en personal e instrumentos, si bien resulta absurdo tratar de enseñar danzas folklóricas a los puneños, en cambio es urgente estudiar su folklore, registrarlo, describirlo, e investigar sus orígenes y su valor como testimonio social y como expresión artística.
A este respecto conviene dejar constancia que la Casa de la Cultura del Perú levantó una información completa del III Concurso Folklórico y de la Fiesta. El Etnomusicólogo Josafat Roel Pineda, jefe del departamento de folklore, dirigió el trabajo; lo auxiliaron el fotógrafo y camaramen peruano Abraham Guillen, Jaime Guardia y un camaramen francés. Así, el Concurso y la Fiesta de 1967, han quedado perennizados; danzas, música, procesión, todo el ambiente humano y el paisaje podrán ser contemplados y estudiados reiteradamente.

Video de 1996