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jueves, 16 de junio de 2011

CARTA A UN MAESTRO

CARTA AL MAESTRO HERIBERTO LUZA BRETEL

Recordado maestro:

En los últimos años he visitado Huancané donde usted batalló con alegría entre cientos de estudiantes pequeñines. Era usted nuestra sorpresa, nuestro guía. Esa diplomacia suya nos recorre la memoria como una mariposita de colores y de infancia. Eran tiempos donde no importaba si era usted aprista o comunista. Igual lo queríamos. Y en este tiempo sigue vivo el recuerdo de haber transitado por una limpia infancia. Debió haber nacido usted para ser maestro con una solvencia intelectual que llegaba a la sutileza de nuestra existencia. No llegó a ser mi maestro en las aulas pero fue mi maestro con su paradigmática postura. Cuando entré a la adolescencia lo vi trajinar nuestras callecitas en afanes de organizar grupos de teatro, así Julio Abelardo era uno de los personajes, las chicas Torres eran las actrices del pueblo, las hermanas Machicao. Las hermanas Mostajo. Yo misma recuerdo haber recorrido las calles vestida con muchos tules de condesa con unos brillantes en la frente, vivía otros reinos. Usted nos sacaba de nuestra realidad y nos transportaba a distintos escenarios. Entonces no había televisión y el teatro era una buena manera de vivir en Huancané. Usted se convirtió en nuestro faro con su cabellera casi ondulada, a nuestro modo, usted fue un socialista maestro Heriberto Luza Bretel como lo fuera José Antonio Encinas.

Si tengo que hablar de mi inicio literario tengo que nombrar a mi entorno familiar, mis padres, mi tío Vicente tan amigo de Oquendo de Amat, pero está usted expectante, allí paradito con una boina negra y su terno plomo. En la Educación Primaria, me presenté a un concurso poético, fue en la Escuelita 842. Usted fijó los ojos en las cosillas que yo escribía sin saber porqué escribía. Me llevaron al famoso Cine Azul, allí hice mi debut donde usted es el culpable para estar liando con las palabras hasta el momento. Allí me dieron una copa de licor para perder el temor de toda niña, solamente que cuando salí a leer mi trabajo, el público daba vueltas en mis ojos. Pasados unos tres años, me presentó usted querido maestro en un recital poético, en el famoso Cine Azul (construcción de barro que ya no existe) Ponían una pantalla con motores especiales donde el pueblo se reunía para ver películas mexicanas. Por esos días había llegado un joven al pueblo, José Luis Ayala, me escuchó y de inmediato me invitó a pertenecer a la PICOA. Un tiempo después la PICOA recorría pueblos dando lectura de poesía. El grupo llegó a Huancané donde usted y mi padre nos dieron todo su apoyo. La luz era muy frágil en el pueblo, en nuestra noche especial de poesía se apagó la luz eléctrica al comienzo del acto, Percy Zaga salió en busca de velas, alguien llevó calaveras, y dimos un recital surrealista junto al poeta mayor (que apenas pasaba los 20 años) José Luis, Gerardo y Serapio. El público nos escuchaba vela en mano. El joven poeta Omar en esos días estaba fuera de Puno quien ya tenía un libro editado a los 15 años sino me equivoco se llamaba “Aleteos al horizonte”. Y usted estaba allí atento a nuestra ingenuidad poética. Y nosotros estábamos allí demostrando ser jóvenes que saben respetar a los mayores, ninguna arrogancia nos acompañaba, pero sí cada uno poseía una extravagancia en nuestra vestimenta. Han pasado tantos años mi querido maestro y su cotidiana boina viste la cabellera de Julio Abelardo el muchachito que en silencio fue captando esas maneras tan suyas y esa modestia tan genial que usted transmitía. Han pasado tantos años, maestro, esos jóvenes que usted alentaba ahora tenemos su edad, con toda la vitalidad de seguir trabajando. Le cuento que recientemente murió mi hermana Alcira, en esos años era una joven que solía recitar impulsada por mi madre.

Así usted venerado maestro se fue apoderando de mi memoria, siempre lo nombré en mis testimonios literarios. No importa que usted no haya nacido en Huancané, usted es huancaneño.

Han pasado tantos años maestro, los jóvenes de esos tiempos que usted motivaba hemos publicado varios libros, hemos vuelto al pueblo, algunas promociones de los colegios llevan nuestros nombres y sigue usted allí en el recuerdo, sigue vivo en el Centro de Educación Básica Alternativa CEBA Heriberto Luza Bretel. Esta institución tiene la dirección del profesor Máximo Foroca Mamani, el año pasado nos encontramos en el pueblo walawala.

Con mucha nostalgia pernocté a casas antiguas como queriendo atrapar un poco de mi vida en Huancané, sentí la música de los Claveles verdes, de Los Aymaras que acompañaron el entierro de mi padre, los sicuris retumban en el silencio de los días y crecen esas florecillas No me olvides. Miré la casa de los Gironzini, quedaba unida a la casa de mi familia, un muro separaba nuestras casas que mostraban unos inmensos patios, conversábamos allí con Uberto, Carmen, Soledad, Rubén, sus sobrinos, maestro. No pensaba que con el tiempo Uberto se convertiría en mi médico preferido. Sí al muro. Sí a la vida. Compuerta de Pecosani tú sabes cómo lloramos cuando retornamos a los orígenes. Las finas manos de la bella señora a……………… de Huancho-Lima recibe ahora mi congoja inmigrante y exiliada muchas veces en la misma patria.

Usted debió haber enseñado con los principios de la Escuela Nueva porque todos sus estudiantes lo recuerdan por su alto sentido humanístico. Con usted se empezó a respirar poesía, los llokallas o las imillitas lo miraban sonrientes mostrando sus pómulos quemados por el frío de las pampas. Cuando usted enseñaba, los niños del pueblo, solíamos comprar al pie de nuestras Escuelitas Fiscales la famosa tayacha (ocas congeladas) con chancaca, los alfeñiques, pastillitas dulces de colores y las melcochitas de doña Estelita Arapa. Eran costumbres del altiplano que se fueron perdiendo. Las mamitas aymaras eran las encargadas de congelar las ocas sobre los techos de sus casas en pleno invierno, al amanecer recogían las ocas antes del alumbramiento solar. Entonces no conocíamos esa comida chatarra que la globalización nos trajo. Pues yo solía comprarme esas delicias con mi amiguita de infancia Porfiria Angles. Cuando viajo a Huancané, voy al cementerio a saludar a mi padre y a mi querida pana Porfiria. En la adolescencia, maestro Heriberto con ella hacíamos bautizos de guaguas con padres, padrinos, familiares y fiesta. Solíamos subir al cerro para cantar y gritar, porque en las alturas nadie nos escuchaba. También recuerdo los tiempos de nevada en la niñez, en la plazoleta quedaba el solar de los Ayala, con Carmen Luz hacíamos muñecos de nieve, concurso escultórico de seres de la fauna y la flora. Macondianas costumbres nos persiguen hasta que hoy se agigantan conforme camina el tiempo a pesar del avance tecnológico.

Maestro al escribirle la nostalgia se apodera de esos cristales que aparecen en los ojos para enseñarnos la ruta de los nuestros sin mezquindades. En Huancané supe que había un universo de escritores. Mi padre compraba muchos libros, revistas y diarios.

Siempre que escribo enlazo el pasado, dicen que todo tiempo pasado fue mejor, en mi caso añoro esa infancia donde al parecer no había diferencias sociales, por lo menos en mi casa. Teníamos un niño aymara Alfonso que mi padre quería preferencialmente y le hacía confeccionar ternitos de bayeta y estudiaba en el mismo colegio que mi hermano Julio este hermano que a pesar de ser ingeniero terminó escribiendo libros que tienen que ver con la literatura y la historia, fue un perdido enamorado de las jovencitas, un ex acólito que se tomaba el vino de la misa, yo controlaba sus exabruptos de adolescente con ganas de viajar por la vida y el mundo, hasta que un día apareció en Alemania y otro día en el ande y otro día perseguido por la problemática de Ilave.

Reafirmo que los pueblos tuvieron grandes maestros con vocación. El impulso mayor sin duda alguna la dio el maestro Encinas conocido como maestro de maestros en el Perú. Descubro que los mejores escritores y artistas nacieron en pueblos pequeños con historias particulares sino que lo digan los maestros del siglo XX: Freud, Einstein, Picasso, Stravinski, Eliot, Graham, Gandhi o los luchadores Rita Puna, Epifanía Suaña, Margarita Condori, Mariano Paco.

Un abrazo a su viva presencia espiritual
 
Gloria Mendoza Borda
Arequipa, invierno del 2011