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Tu amigo Bruno Medina Enríquez, Director de la Revista ASWAN QHARI, te da la bienvenida para que juntos construyamos los enlaces que nos ayudan a revalorar nuestra cultura y auspiciar un futuro promisorio, en la búsqueda de alcanzar el Sumac Causay, que nos hará libres en una nueva sociedad!!!



martes, 19 de agosto de 2008

AZANGARO


REINTERPRETANDO NUESTRA HISTORIA E IDENTIDAD REGIONAL:
EL TOPÓNIMO AZÁNGARO.


El altiplano puneño de acuerdo a los estudios arqueológicos, antropológicos, etnohistóricos e históricos fue ocupado culturalmente de acuerdo al siguiente orden cronológico: 1º puquina – uru; 2º aimara; 3º quechua; y, 4º occidente, respectivamente. De este orden, sólo puquina y uru constituyen culturas y lenguas oriundas del altiplano, mientras que las lenguas: aimara, quechua y español son advenedizas. Una de las grandes culturas que se desarrolló en esta parte del territorio andino fue precisamente Tiahuanaco, que tuvo por lengua oficial al PUQUINA.
Esta lengua se difundió por todo el espacio geográfico-cultural que llegó a dominar Tiahuanaco; es decir, desde el altiplano hasta la sierra central del país. Esta lengua aún tenía hablantes a la llegada de los españoles; esto motivó a que fuera declarada una de las lenguas generales del Perú en la época colonial, junto al quechua, aimara, latín y el español. Seguramente hoy, sin saberlo estamos pronunciando vocablos puquinas, que han quedado perennizados en los topónimos. Luego de la desaparición de Tiwanaku como advierten la Historia, Arqueología y la Etnohistoria Andina, surgen los AIMARAS en el espacio donde floreció el todopoderoso Tiwanaku. Entonces, el espacio antes puquina-hablante ahora se aimariza. Entre las principales culturas aimaras están los: Collas, Pacajes, Lupacas, Canas, Canchis, Chumpiwillkas, Carangas, etc.
Los historiadores registran más de 13 reinos aimaras. Según estudios de la Lingüística Andina, los aimaras serán procedentes de la SIERRA CENTRAL del país. Una de las pruebas más fehacientes que utilizan los lingüistas es la presencia del Jaqaru y el Kawki que se encuentran hoy en Yauyos-Tupe (sierra de Lima), que pertenecen a la familia ARU.
Son las dos lenguas prima-hermanas del aimara, Pues bien, como puede corroborarse los COLLAS fueron AIMARAS. Éste grupo cultural ocupó el norte del Titicaca, las actuales provincias de San Román, Lampa, Ayaviri y Azángaro de la región Puno. ¿Cómo probar que los Collas fueron aimaras? una de las primeras fuentes que utilizan los estudiosos es recurrir al estudio de los topónimos. Efectivamente, en todo el espacio norte de la región Puno que hoy es quechua-hablante, existen un sinnúmero de topónimos de origen aimara. Pero no sólo existen pruebas de naturaleza lingüística, sino también arqueológica, antropológica y etnohistórica, fundamentalmente. Rodolfo Cerrón-Palomino muestra la siguiente distribución del aimara en el siglo XVI: En cambio, la cultura y la lengua QUECHUA se harán presentes en el altiplano, una vez que el INCA incorpora estos territorios al Tawantinsuyu. La historia registra que fue el Inca WIRACOCHA el que conquistó el altiplano al derrotar a los COLLAS en la batalla de Ayaviri. Se enfatiza que fue una batalla encarnizada y brutal sin precedentes que los incas protagonizaron con los collas.
A partir de este acontecimiento histórico el altiplano puneño se “quechuiza”, particularmente el territorio COLLA. En este avance, sin embargo; el Inca se mostró diplomático con otros grupos aimaras como los Lupacas y Pacajes, permitiéndoles la conservación de su lengua y sus manifestaciones culturales. Al igual que el aimara, el quechua también _según estudios de la Lingüística Andina_, tiene su origen en la Sierra Central de nuestro país.
Desde el centro, a partir de varias fases de difusión y avance habría dado lugar a distintas variedades dialectales. Esta aseveración, derrumba la vieja noción de considerar el quechua como de origen cusqueño. Los incas adoptaron la variedad Chinchay o Sureña (quechua que se habla desde Cusco hasta Cochabamba), porque ésta ostentaba la mayor cantidad de hablantes, no porque era originaria del Cusco. Como se puede inferir, antiguamente el territorio norte de Puno; primero, fue puquina hablante, después aimara-hablante y recién a partir del S. XIII es quechua-hablante; entonces, las raíces históricas de todos estos pueblos se encuentran en las dos culturas antecesoras al quechua. De este modo, serán los fundamentos históricos y lingüísticos que llevarán a desestimar la actual interpretación y/o significación de muchos topónimos registrados en el norte de la región Puno, entre ellos el de Azángaro. Según los azangarinos, AZÁNGARO proviene de la palabra quechua “ASWAN QHARI”, que significaría: “demasiado/mucho varón” o “varón valiente, machísimo entre los machos”.
Ésta es una aseveración antojadiza y carente de cualquier argumento lingüístico, histórico o cultural. En la cultura andina la relación varón-mujer fue una oposición complementaria (el varón no se superponía a la mujer ni contrariaba su razón ni sentimientos). El machismo es una expresión eminentemente occidental. Esto constituye una muestra evidente que poco se conoce sobre nuestro origen y sobre nuestra historia regional. Para dar con el campo semántico del vocablo AZÁNGARO no se requiere de mucha pesquisa teórica, sino más bien de la constatación empírica. Azángaro está rodeado por innumerables topónimos aimaras: Choquechambi, cuyo campo sémico (aimara) es “oro en forma de hongo”. Ludovico Bertonio (autor del diccionario Aimara más antiguo, 1612) señala que “ch’uqi” es oro y “champi” es el que tiene forma de hongo. Efectivamente, el cerro Choquechambi (Ch’uqichampi en nativo) presenta forma de hongo y no tiene referente lingüístico en el quechua. De igual modo, cerca a la ciudad de Azángaro están “Qaqinqurani” y “Sulluquta”. En el primer vocablo se constata que la raíz es “qaqinqura” (ave nativa parecida al águila que habita el altiplano), y –ni (del aimara) es el sufijo nominal denominativo posesivo que indica posesión.
De tal manera que, Qaqinqurani viene a ser lugar con qaqinqura. Del mismo modo, “Sulluquta” es un vocablo compuesto por “sullu” (en quechua y aimara significa feto o que algo está en formación) y “quta” (lago en aimara); por consiguiente, quiere decir lago o laguna en formación. Como se puede advertir, los topónimos aimaras no sólo predominan en Azángaro sino en todo el norte de la región Puno. Middendorf ofrece la siguiente lista de topónimos aimaras asociados a la cultura Nasca y Wari: En la región Puno, en particular los municipios han interpretado sus topónimos de manera intuitiva, con poco fundamento. Así tenemos que Capachica se interpreta como “qhapaq t’ika” o “flor poderosa”. La Etnohistoria Andina registra que, Capachica fue un lugar de eximios textiles. Ahí se asentaron los mejores artesanos en tejidos de la época prehispánica, de tal manera que fueron capaces de “hilar hasta con la izquierda”; por consiguiente, el topónimo derivaría del vocablo aimara: “qapu-ch’iqa”. Qapu que significa “rueca” y “ch’iqa” izquierda, respectivamente. Mañazo proviene de “mañasu”, Bertonio explícitamente señala que es “carnicero, porque lo son los de aquel pueblo que compran ganado para vender en la carnicería”. Por tanto, es el pueblo de carniceros. Laraqueri viene de “larajaqiri”. “Larajaqi” es “gente de la puna que no reconoce cacique alguno” y el sufijo –iri es el deverbativo agentivo que expresa ejecución. La tradición cultural consigna como la tierra de los “jawq’a”, gente que desafía el orden establecido e impone sus propias reglas y maneras de vivir (incluso llegando al hurto y causando zozobra en pueblos vecinos). Ácora probablemente provenga de “axura”.
Xavier Bellenger en su libro El Espacio Musical Andino (2007), manifiesta que entre los aerófonos intermedios: “ajora” es la flauta de medida tradicional local, hecha con una caña más fina de 06 orificios en el lado superior. Pomata, indudablemente proviene de “puma-uta”, la casa del puma. Lampa, significa litera. Caracoto proviene de “qala quta” (Middendorf registra como cala cota), lago de piedra. En efecto, es una gran fuente de caliza donde hoy se procesa cemento. Juli proviene de “Suli” y no “luli” como algunos pretenden explicarlo. Bertonio a lo largo de su Diccionario Aymara alude repetidas veces a “Suli marca”; sin embargo, no hace mención a su significado, tal vez porque para él resultaría implícito, toda vez que vivió gran parte de su vida en esta localidad. Juliaca es otro término aimara registrado por Middendorf.
Según la Etnohistoria Andina, fue un TAMPU muy importante en el altiplano situado al más próximo que era SULI (hoy Juli). De ahí que, Juliaca provendría de “Suli-jak’a” (Suli = Juli y jak’a = próximo); es decir, “próximo a Suli”. Los topónimos más significativos que pueden registrarse en la ciudad de Puno llevan la carga semántica siguiente: Kancharani (K’ancharani), lugar con luz resplandeciente. El Sol resplandeciente irradia sus primeros rayos sobre Kancharani. Azoguine (compuesto por raíz español = azogue y sufijo aimara –ni (posesión), que significa lugar con azogue. Machallata (Mach’allata), estéril, improductivo. Llallawani, lugar con papa o animal monstruoso. Se debe tomar en cuenta que, no siempre los referentes en español son próximos a la lengua quechua o aimara, muchas veces por el fenómeno de la refonologización los españoles se veían limitados a pronunciar vocablos nativos o simplemente no tenían interés por consignarlos fielmente. Así por ejemplo, tenemos registrado Cerro Verde cuya denominación ancestral es “q’umir qaqa”. Los españoles no mantuvieron el vocablo original porque refonologizando resultaría “comer caca”.
Otro caso es, “Mallkamayo” (sobre la carretera Puno-Moquegua), si se pretendiese interpretar conforme está escrito, seguramente tendríamos muchas dificultades para descifrarlo. La denominación oriunda es “Mallku-amaya”, cementerio del “Mallku” o gran jefe. La historia registra que Kutimpu y Mallku-amaya fueron los lugares destinados para cementerio de los jefes lupacas. Ahora bien, AZÁNGARO proviene sin duda de “asanqaru”. Asanqa es la raíz aimara que según Bertonio (Jesuita que vivió en Suli y recogió el léxico aimara a fines del Siglo XVI con fines de catequización publicándolo en su Diccionario Aymara en 1612), significa “aparejo” o punto de equilibrio y/o reparto entre dos cuerpos o espacios, respectivamente. Y por su parte el sufijo ilativo: –ru, indica locación temporal y espacial. Por consiguiente, Azángaro es el lugar de reparto o límite entre dos espacios o tiempos. La Historia y la Etnohistoria Andina interpretan que, el espacio andino se encuentra dividido siempre en dos mitades complementarias: hanan – hurin; luna – sol; noche – día; agua – suelo; mujer – hombre (Josef Estermann. Filosofía Andina: 1998). Del mismo modo, el altiplano junto al lago Titiqaqa, estuvo dividido en dos grandes mitades: el “urqusuyu” y el “umasuyu” (macho – hembra). La división natural o línea imaginaria que partía estos espacios en dos mitades eran los ríos Azángaro y Desaguadero, respectivamente. Yampara (En Cosmovisión Aymara: 1992) alude que esta representación incluso se puede advertir en los tejidos (textilería) altiplánicos. Veamos el espacio altiplánico dividido en dos mitades, teniendo como centro el lago Titiqaqa: Finalmente, cualquiera que no haya estudiado lingüística andina por deducción lógica establecería que, el término aimara “asanqaru” es más próximo al vocablo españolizado Azángaro, que la análoga quechua “aswan qhari”.
Sin embargo; será muy difícil para los azangarinos consentir esta reinterpretación lingüística-histórica y cultural del nombre de su pueblo. Su esquema mental aún considera que Azángaro siempre fue un territorio quechua, no admite que esta lengua y cultura es posterior a la puquina y aimara en el altiplano. No obstante; la intención nuestra es, reinterpretar nuestro pasado para devolver a nuestros pueblos su verdadera identidad histórico-cultural. Gran parte de nuestra historia, fue escrita a partir de las crónicas españolas. Empero, los españoles a partir de su estructura cognitiva configurada por la cosmovisión occidental, escribieron nuestra historia muy al estilo de ellos. Jamás comprendieron que el tiempo/ espacio estuvo marcada por dos mitades complementarias, o que las categorías de tiempo-espacio (igualmente dos), se expresan diametralmente opuestas al sentido occidental: el tiempo pasado para nosotros los andinos está “delante” y no “atrás”.
En aimara se expresa como “nayra pacha” y en quechua como “ñawpa pacha”. Nayra y ñawpa aluden a lo que está delante (en aimara “nayra”, es ojo), da a entender que el andino es testigo o protagonista de su pasado histórico y lo está “viendo” y “pacha” es tiempo/espacio; en cambio, el futuro en ambas lenguas está expresado por la palabra “qhipa”; es decir, está “detrás”; se sabe que existe, pero nadie sabe cómo será, es incierto.
Los españoles jamás imaginaron que las momias incas tenían más poder que los vivos, no llegaron a comprender nuestros sistemas de parentesco, nuestra religiosidad, nuestros mitos y leyendas, costumbres, etc. A buena cuenta, la real historia nuestra está por escribirse.

Por: Saúl Bermejo Paredes
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