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Tu amigo Bruno Medina Enríquez, Director de la Revista ASWAN QHARI, te da la bienvenida para que juntos construyamos los enlaces que nos ayudan a revalorar nuestra cultura y auspiciar un futuro promisorio, en la búsqueda de alcanzar el Sumac Causay, que nos hará libres en una nueva sociedad!!!



martes, 13 de agosto de 2013

EL ORIGEN DE BRISAS DEL TITICACA









Presentan libro “Origen de Brisas del Titicaca y Puneños en Lima”

Escribe: Katia Ramos Condori | Diario Los Andes de Puno Sociedad13/08/2013 03:09h
 


El último viernes en el club departamental Puno, fue presentada la reciente investigación “El Origen de Brisas del Titicaca y los Puneños”, libro en el que se detallan episodios de la migración de los puneños a la capital de la república y los aportes que hicieron desde los años cincuenta.
Su autor, el azangarino Bruno Medina Enríquez, un ejemplo a seguir, llegó a la capital de la república en los años 70, desde entonces se dedicó analizar y realizar publicaciones sobre los aportes que realizaron los puneños en Lima.
Según relata en su libro, los puneños se trasladaron a la capital, llevando consigo sus costumbres ancestrales, logrando destacar entre todas el folklore y la música, manifestaciones artísticas que con el tiempo fueron admiradas por propios y extraños, surgiendo así la Asociación Cultural Brisas del Titicaca.
Medina Enríquez, conduce el programa radial “La voz de Puno”, emitido a nivel nacional por Radio Victoria, espacio dedicado a la labor de los puneños en Lima; además fue director de las 18 ediciones de la revista “Aswan Qhari”, publicación difundida a nivel nacional en homenaje a Puno.

Puno en Lima- 

Sobre la obra de Bruno Medina Enríquez

Escribe: Adolfo Huirse Cairo

Acucioso como él solo,  Bruno Medina Enríquez nos presenta un esforzado trabajo de investigación sobre la presencia de los puneños en Lima que nos permite conocer, en la perspectiva del cercano siglo XX pero en el drama y casi inexorable de la marcha del tiempo, la extraordinaria tarea que cumplieron nuestros coterráneos en la capital de la República, muchos de los cuales, tal vez la gran mayoría, llegaron en las oleadas a que los empujaron las heladas y sequías tan temibles en nuestro altiplano.

¿Cuántos puneños llegaron a Lima a partir de 1950? Es muy difícil establecerlo. Baste saber que en los años 50 éramos el departamento más poblado del Perú, cuando la población nacional era de casi 8 millones de peruanos, tantos como la que hoy alberga solamente Lima.
Las estadísticas de los años 70 indicaban que éramos en Puno apenas unas cuantas decenas de miles por encima de los 600 mil, lo que nos indica que habría habido un éxodo de casi 400 mil puneños en aquellos años, no solo a Lima sino también a Tacna, Moquegua, por las minas, a Arequipa, Cusco, Ica y la capital.
Pueblo musical y dancístico por estirpe y por excelencia, su gente no pudo llegar a otros parajes sin llevar a cuestas sus inconmensurables manifestaciones culturales, tradicionales, en aspectos como la música y la danza, la pintura, el arte textil y hasta en la cerámica, cuando no en aspectos como la culinaria. Ni hablar de las fiestas tradicionales
El puneño, tal cual puntualiza Bruno en su estudio, vino con todo , entronizó en la capital a sus vírgenes y sus santos, trasladó sus fiestas tradicionales y le dio el empellón decisivo a las puertas capitalinas para que se introdujera el folklore andino en los grandes escenarios.
Bruno lo recuerda muy bien. El arribo de las múltiples embajadas folklóricas desde los años 30 hasta el golpe macizo del decenio de 1960 con la APAFIT y el Centro Músical y de Danzas Theodoro Valcárcel.
Alguna vez sostuvimos que esas presentaciones, por espectaculares y por traer una sustantiva parte del bagaje de nuestras danzas y músicas, fue el punto de quiebre para que el Perú profundo ingresara triunfante en Lima a mostrarse tal cual.
Bruno también hace un recuento de las instituciones formadas por puneños en Lima en medio de lo cual debe tener, claro, un lugar personalísimo y meridiano la Asociación Cultural Brisas del Titicaca, entidad que a lo largo de 50 años fue el crisol de todos los sectores puneños y que tuvo la virtud de darle a nuestras danzas la prestancia a que eran llamadas, sin ningún atisbo de chauvinismo. Fue el baúl donde comenzaron a atesorarse nuestras más bellas expresiones dancísticas.
Papel enorme el que cumplió Brisas del Titicaca en nombre de los puneños.
Y esto que yo le esté enfatizando en pretérito a esa tarea creo que deberá tener respuestas muy concretas si ese pretérito quisiera tornarse presente.
Este trabajo de Bruno Ismael nos ha proyectado al pasado reciente y a examinar cómo los puneños fuimos pioneros de una presencia provinciana en Lima no sólo a través de la música y la danza sino también por medio de las instituciones como ésta que hoy nos cobija.
Es bueno hacer memoria sobre estos acontecimientos y muy bien que se haya puesto en blanco y negro para que quede como historia de puneños.
Sin embargo, la oportunidad casi como que nos empuja a algunas pocas reflexiones sobre aspectos en los que hemos incidido mucho a lo largo de estos últimos 20 años en Lima.
Muy bien que los puneños hayamos sido pioneros en la capital. Pero, y ahora, ¿qué estamos haciendo? ¿Qué papel están cumpliendo los puneños y las instituciones de puneños en Lima?
Y quiero tocar apenas dos aspectos: la música y la danza.
Es cierto, Puno trajo a Lima sus embajadas folklóricas en los años 60 y deslumbró a la intelectualidad de la época. Hasta José María Arguedas, hombre de la sierra, profundo conocedor de la idiosincrasia del pueblo peruano, se conmovió al punto de haber ido hasta nuestra tierra para ver in situ  si era verdad tanta belleza. Y volvió no solo más conmovido sino fascinado. Puno era mucho más de lo que habían llevado los pioneros a la capital.
¿Qué ha pasado desde entonces, qué estamos aportando hoy al enriquecimiento de ese enorme bagaje cultural que la estupenda y extraordinaria coreografía puneña, quechua y aymara, nos ha legado? Creo que es poco lo que tenemos que exhibir, ¿no es cierto?
Y en materia musical la cosa, creo, va peor.
Hace unas noches, un lunes, tuvimos un conversatorio en la Asociación Cultural La Candelaria sobre el presente y el futuro de la música criolla. El criterio unánime, con sesgos y matices, fue que algo grave ocurre con la música criolla. Alguien dijo que estaba en cuidados intensivos. Otros afirmaron que tenía respiración boca a boca.  Y todos eran criollos de alta cepa.
¿Qué podemos decir de la música puneña? ¿Dónde está la nueva música puneña? ¿Dónde están los nuevos compositores? ¿También está nuestra música en cuidados intensivos?
Es cierto. Fuimos pioneros de la presencia musical provinciana en Lima, le abrimos las puertas de los grandes escenarios a las expresiones artísticas andinas, nuestra música fue muy bien ponderada entonces. Pero al tiempo, la música ayacuchana arrasó con todo, y luego vino la huanca, y la cusqueña, y la de la selva, en fin. ¿Y la música puneña?, tuntuneada, ensayada, entobada.
Entonces, hay hermanos muchísimo por hacer. Y aquí el papel de las instituciones es vital. Ya lo demostró Brisas en la década del 90 y alguna parte inicial de los años 2 mil.
Es tiempo entonces que luego de leer el libro de Bruno Medina meditemos en lo que de la historia artística del Perú nos toca a los puneños, cuál es nuestro papel proyectado hacia el futuro.
Muy bien que se nos refresque la memoria y nos haga ver en la perspectiva cuán valioso fue el puneño para el arte nacional. Eso es lo excelente de este trabajo, hecho con pasión, con acuciosidad que ya quisiéramos para nuestra propia profesión periodística. En hora buena, que este excelente compilación de hechos y datos sirva para samaquear nuestra memoria y nuestro espíritu a fin proyectarnos hacia el mañana, que de eso se trata, del futuro, del futuro de la música, la danza, las expresiones artísticas tradicionales y las instituciones puneñas en Lima.
 Y también de los puneños.