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martes, 8 de enero de 2008


LA BUSTAMANTINIDAD DE PUNO (*)


Gaspar Miranda Ramos

Distrito de Pusi donde
fue asesinado Bustamante

Combinando los datos recogidos de algunas tertulias con intelectuales puneños y revisando diversos tratados históricos, sin duda, la gesta heroica de Juan Bustamante Dueñas se yergue nítidamente dentro del contexto del siglo XIX. No obstante que, en la Etapa Emancipadora de nuestro país trascendieron valerosos hijos del pueblo como Túpac Amaru II, Pedro Vilcapaza Alarcón y entre otros; sin embargo en todo el curso de la vida republicana no aparece ninguna figura en la historiografía peruana con rasgos de luchador social en la búsqueda de conseguir la tan ansiada justicia que no llegaba a los verdaderos herederos del inkario. Con toda seguridad, Juan Bustamante Dueñas es la expresión más visible de justicia y cambio en un escenario tan adverso a los ideales de igualdad en que vivió. Tengamos presente que a él le tocó vivir una etapa en donde los criollos hacendados aún sentían la nostalgia de la “bonanza colonial” y que la idea de reivindicar al “indio” estaba vetado. Dentro de ese inmenso océano social de profundas desigualdades, de explotación y racismo aparece, cual redentor esperado, la figura del noble Bustamante; un hombre que desde su temprana juventud había demostrado palmariamente su afecto y aprecio por los campesinos puneños, comenzando por sus “runas”; servidumbre a quienes repartió su inmensa hacienda de Urcunimuni y convirtiéndolos en sus hermanos.

Este primer hecho de justicia y filantropía ya le generó antipatías en el seno de la casta de los mistis. Y más acciones como la descrita abundan. No es casual por ello que en las dos ocasiones que representó a Lampa como diputado, su agenda personal siempre ha privilegiado la defensa de la raza oprimida de “indios” y la permanente denuncia de cómo los hacendados y terratenientes de la sierra los trataban como si fuesen peor que cosas y animales. Sus ideas, en verdad, no estaban al nivel del pensamiento conservador de su época; por ello, sus ideas le costaron ser llamado el “loco Bustamante”, pero aún así no dudó en formar la “Sociedad Amiga de los Indios” con el auspicio y apoyo de numerosas personalidades de la capital y con el patrocinio del Diario El Comercio, desde donde lanzó sus poderosas razones del por qué voluntariamente procedía a defender a los “indios” de Puno. Cuando las condiciones de maltrato, excesivo trabajo y tributos se tornaron insostenibles, allá en 1867, se convirtió en el “Apoderado General de los Indios de Huancané” y con miles de campesinos de Lampa, Azángaro y Huancané desarrolló la rebelión más importante, sólo comparable con la gesta revolucionaria de Túpac Amaru II.

Este trascendental acontecimiento generó la preocupación del gobierno nacional y sobretodo de los mistis hacendados del sur peruano, quienes para desprestigiar la causa, difundieron la idea de que Bustamante y sus “indios” querían matar a todos los blancos. Nada más falso. Pero, como en todas las rebeliones producidas, el levantamiento puneño fue sofocado con pertrechos militares y soldados sanguinariamente dirigidos por el Sub Prefecto de Azángaro Andrés Recharte.

El coraje y el sudor de todos aquellos campesinos descalzos sólo fue acompañado de pocas armas de guerra, pero sí con miles de palos, hondas y picos, con los que no se defendieron sino que lucharon hasta morir tras el supremo propósito de exigir a que sean tratados como seres humanos y ciudadanos. Para entonces, el único pecado que tenían nuestros ancestros campesinos era ser “indio”. Bustamante había comprendido nítidamente que la república independiente era sólo para los criollos; estaba convencido de que la independencia y la libertad no había tocado para nada al “indio”; era un plato del que no estaban invitados a comer.


NUESTRA BUSTAMANTINIDAD: Razones

El “Inka Bustamante”, como así fue señalado por muchos, no fue un hombre común. Sus ideales de justicia social no pretendían retornar al Tawantinsuyo, mas bien buscaba la redención verdadera del campesino puneño. Hoy, somos miles los quechuas y aymaras que seguimos anhelando tales propósitos.

El “Loco Bustamante” no expresaba ante las autoridades y el congreso propuestas utópicas. La razón lo acompañaba en cada momento, pues tanto fue su fervor indigenista que logró la adhesión de muchos pensadores de la época. No era poca cosa que haya conseguido el apoyo de El Comercio, el diario más importante de esos años, desde donde denunció para todo el Perú la sangrante realidad del campesinado puneño. Hasta hoy, los Altiplánicos seguimos enfrentándonos a los gobernantes en un acto contestatario, no por capricho, sino porque el Estado nunca a mostrado su verdadera presencia en nuestros pueblos.

El “Mundo Purikuj” de Bustamante no viajó por placer por numerosos países del mundo hasta en dos ocasiones. Lo hizo por ver otras realidades y con ese conocimiento interpretó las razones del por qué nuestro país seguía en el más absoluto atraso social y económico, pese a que nos habíamos sacudido del yugo español. Los hijos del pueblo y del campo puneños, ahora más que nunca, vienen demostrando que tienen las ansias supremas de alcanzar el conocimiento. En Puno se piensa mejor que en Lima.

El buen Bustamante, imaginó cambiar el pensamiento de sus contemporáneos, no con palabras, sino con hechos concretos: repartió sus tierras, hizo puentes con su dinero, encauzó ríos con su propio peculio y hasta armó hombres para luchar junto a Prado en la Guerra con España de 1866. ¿Qué más muestras de desprendimiento? Los puneños de hoy somos grandes practicantes de la solidaridad; como en muy pocos lugares, nuestro Ayni sigue siendo parte de nuestra cultura, nuestra Mink’a nos acompaña por siempre en cada día que amanece.

El ilustrado Bustamante, en los aristocráticos y conservadores debates congresales exigió permanentemente la creación de escuelas en las regiones más alejadas de la sierra, en particular de nuestra región. Decía que el pueblo se mantiene en la más absoluta ignorancia y que hay la necesidad de que la instrucción penetre en los pueblos para morigerarlos y llevarlos al grado de engrandecimiento y de bienestar. El Puno de hoy no dista mucho de aquélla realidad, cuando nuestros campos son atendidos por una precaria educación que no ayuda al verdadero desarrollo social de nuestros pueblos.

Este 2008, es el año del bicentenario de su nacimiento.

Juan Bustamante es un hijo que pertenece a Puno (aunque nació en Vilque, pueblo de Lampa entonces); es el paradigma social que debe y tiene que señalarnos el camino hacia la verdadera reivindicación de miles de hombres y mujeres de Puno y el Perú. Bustamante es un héroe, es un luchador, un reformador, un revolucionario. No podríamos calificarlo de un modo único. Jorge Basadre, en sus tratados históricos decía que a Bustamante no se le ha hecho justicia y que la historia peruana esta en deuda con él. Creemos que ahora es el momento más oportuno; los viejos y jóvenes de hoy estamos convocados a honrar a este singular personaje con nuestros hechos, nuestras actitudes siempre tras la búsqueda de la justicia. No hagamos que los actos celebratorios sean un simple “canto a sus huesos”; comprendamos que el espíritu de la bustamantinidad está vigente y que por nuestras venas recorren la sangre derramada por él y nuestros ancestros abuelos que lucharon y murieron físicamente, mas no sus ideales. Este 2 de Enero, Pusi a recordado 140 años de la última batalla gloriosa donde murió Bustamante. Este pueblo lacustre tiene el inmenso honor de guardar los restos de los rebeldes y de su líder, pero su pensamiento nos pertenece a todos; por ello cada puneño debe sentirse un ferviente bustamantino.
(*)Publicado en el DiarioLos Andes 07/01/2008