Folklore o música étnica
Análisis:
Folklore o música étnica:
¿Cuál es nuestra identidad musical? (I)
Ramiro
Gutiérrez Condori - REVISTA PUKARA Nº 82 La Paz - Bolivia
* * Ramiro Gutiérrez Condori es antropólogo y etnomusicólogo.
¿Por qué en
los ámbitos urbanos populares la población indígena, originaria, campesina de nuestro
país tiene preferencias estéticas y musicales diferentes a las rurales? ¿Es
música folklórica o nativa? ¿Cuánto de la música étnica andina está cambiando
en los últimos tiempos? ¿Por qué los jóvenes no practican música y danzas
indígenas, por qué prefieren danzas folklóricas? ¿Qué representa la cultura nacional
en la Bolivia
Plurinacional? Si bien las respuestas a estas interrogantes
son complejas, intentaremos responderlas a partir de un análisis de los
procesos de
aculturación musical en los Andes, datos de campo y visión de los involucrados.
En las
últimas décadas se ha experimentado el paso de la tecnología analógica a la
digital, el paso de la música étnica a la música folclórica, el paso del ser indígena
al no serlo, el paso de una danza autóctona llamada jula jula al tinku
folklórico...
Síntomas de
modernidad y globalización.
El folklore como ciencia y como
discurso político
Folklore
etimológicamente deriva de las palabras folk=pueblo y lore=estudio o tratado.
El término es creado por William John Thoms el año 1846 y es definido como la
ciencia que estudia el saber popular de un pueblo, es decir las tradiciones y
costumbres. Algunas de sus características son: es un fenómeno social y popular
ya que es practicada
por la mayor
parte de la población; es flexible ya que por efecto de la aculturación o
dinámica interna puede cambiar; es anónimo, es decir no tiene autoría individual,
por lo que su propiedad es colectiva. Los significados asignados por algunos
investigadores bolivianos como A. Paredes Candia y Alberto Guerra Gutiérrez se
basaban en la folklorología, ciencia vigente en la primera mitad del siglo XX,
que planteaba al folklore como un fenómeno social producto de la aculturación y
mezcla cultural.
El concepto
folklore fue usado ampliamente en tres contextos:
a) en
ámbitos académicos como una ciencia para referirse a la cultura popular de un
sector social mestizo asentado en ámbitos urbanos, b) en contextos sociales
urbanos populares para referirse a las fiestas, las danzas, los prestes o las
presentaciones artísticas musicales y c) en contextos políticos como identificador
de la identidad nacional, nueva, diferente de las identidades étnicas. El
concepto folklore ha sido usado políticamente por los diferentes Estados
Naciones de Latinoamérica para referirse a la cultura e identidad nacional. En Bolivia
desde el año 1952 la política
educativa y las escasas acciones de Estado en temas de cultura planteaban la
emergencia de un nuevo
hombre producto del mestizaje racial y cultural. La identidad nacional, en
tiempos nacionalistas, era planteada como la cultura híbrida de las culturas
étnicas y la cultura occidental.
De todas
estas características la que más ha sido desarrollada es el carácter popular
del folclore, tema que ha sido analizado y discutido en Latinoamérica por García
Canclini y Joaquín Bruner, entre otros. Algunos de estos investigadores y otros
influidos por la escuela neomarxista y principalmente por Gramsci, han generado
literatura abundante sobre el tema de las culturas trasnacionales y las
culturas populares. Brunner señala al respecto: “ese espacio interior de la
cultura popular (folclore) por lo tanto, su internalización, elaboración, y
comunicación como concepción de mundo y de vida, como repertorio de imágenes,
de conocimientos, de estructuras de organización subjetivas–
este sujeto, además, al insumo de los bienes simbólicos producidos por la
industria cultural” (Brunner: 1988: 101).
En el ámbito
académico el concepto deja de ser usado por cientistas sociales a fines del siglo
XX debido a una débil argumentación
científica. En cambio, en el ámbito social, el concepto ha entrado en la jerga
popular de los bolivianos, sean estos urbanos o rurales, para referirse a la
suma de las manifestaciones culturales que hacen referencia a la cultura
mestiza e indígena, asociado a la cultura nacional en el imaginario de los
bolivianos.
Hoy en
Bolivia todos los ciudadanos se refieren a las manifestaciones musicales y
dancísticas como folklóricas, ampliando el concepto a la tradición oral, es decir
a la literatura oral que incluye cuentos, mitos y leyendas.
El
crecimiento de las ciudades capitales de departamento y las ciudades
intermedias permitió la emergencia de una sociedad urbana con base indígena que
empezó a trasladar ciertas manifestaciones de su cultura rural a contextos
urbanos, generándose una relectura de las mismas en los nuevos escenarios
urbanos.
En Bolivia,
el concepto es asimilado rápidamente por el Estado a mediados del siglo XX cuando se desarrolla la llamada Revolución Nacional,
la idea del ser nacional del Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR . Definida por algunos intelectuales mestizos y
criollos indigenistas esta Revolución Nacional se refería al mestizo como
síntesis de nacionalidad.
La cultura
nacional era planteada en términos de homogeneización cultural. Los quechuas
debían dejar de ser tal para ser bolivianos, lo que significaba que se debían
promover nuevos valores que guíen la construcción del ser boliviano. En este
contexto aparece el concepto folklore para referirse a esta cultura homogénea
(el folklore), que es la suma de las culturas diversas de Bolivia, incluyendo
la cultura española traída en la
Colonia. W. Sánchez señala al respecto: “para fines
de los años 60, comienza a consolidarse y legitimarse el folklore como emblema esencial
de la nueva identidad que propugnaba el nacionalismo” (Sánchez 1996: 58).
Se debe
considerar que es también a mediados del siglo XX cuando las grandes fiestas folclóricas, como el Carnaval de Oruro, la
fiesta de Urkupiña y la Entrada
del Gran Poder empiezan a crecer y a ser valoradas y practicadas no sólo por la
población indígena y mestiza de origen rural, sino también por la población
urbana que se identifica como no indígena o criolla. La emergencia de estos
eventos urbanos hoy denominados entradas folklóricas y su popularización, ha
permitido que el termino folklore (definida como ciencia en los años ochenta y
declarada obsoleta a fines del siglo XX) se ponga de moda en los años 60 cuando el carnaval de
Oruro empieza a brillar no sólo en el ámbito departamental, sino también
nacional e internacional.
Según
Abercrombie la emergencia de una identidad nacional que no representaba a lo
indígena a fines del siglo XIX requirió que se desarrolle un
discurso teórico que justifique más bien una cultura híbrida o mestiza más que
una cultura pluricultural. Es así que muchos gobiernos de esa época orientan su
política cultural y educativa hacia la construcción de la identidad nacional,
concebida está como folklore, es decir el producto de la mezcla de lo indígena
con lo español.
Desde que se
han generado cambios en Bolivia, con la victoria de Evo Morales el año 2006, cambia
este viejo discurso nacionalista vigente hasta entonces. Los principios básicos
de la sociedad en el modelo nacionalista y la supuesta identidad nacional ya no
son concebidos como uno solo, sino quela identidad nacional hace referencia a
la diversidad; el carácter plural es la esencia de este nuevo modelo. Hoy la identidad
nacional es más bien una construcción social donde cada una de las nacionales
que hoy son parte del Estado Plurinacional aportan para la coexistencia
pacifica. La idea de Estado Plurinacional cuestiona el discurso de folklore
como principio de identidad nacional y deja de tener vigencia en todas las nuevas
normativas vigentes.
En el campo
musical la relación de la música étnica con la folklórica se complejiza, lo que
parece ser un simple juego de palabras. Música folklórica versus música
indígena o tradicional se convierte en una verdadero problema que plantea la
existencia de una diferencia cultural entre lo urbano y mestizo. En un estudio
clásico sobre los migrantes de Conima (Perú) T. Turino señala que lo serranos viven
una continuidad cultural que se refleja en la reinterpretación de ciertas
prácticas culturales como es la música.
Asimismo
señala que las prácticas musicales colectivas en Lima responden más a una
pragmática social que a un respeto y revalorización de las prácticas religiosas
rurales. Es decir, la danza o el ritual son practicadas con ciertos cambios, lo
que implica que adquieren nuevos significados.
Ahora bien,
en nuestro caso los migrantes aymaras o quechuas que viven en las urbes grandes
como Santa Cruz, La Paz
y Cochabamba están experimentando una serie de cambios que tienen que ver con
la identidad y las prácticas culturales.
Hoy más del
50% de la población vive en ciudades y es parte de esta dinámica cultural.
Oposición
hombre urbano– folklórico frente a hombre rural - tradicional
Si bien la Constitución Política
del Estado reconoce la existencia de una diversidad cultural, también reconoce
la existencia de la identidad del Estado, que en términos ideológicos es
planteada en la nueva Constitución como “el patrimonio del Estado que
representa la identidad de todos y todas”. Aunque no se señala en ningún lugar
qué implica la construcción de esta identidad plurinacional, se señala que este
patrimonio es del “pueblo boliviano”. La aparición del concepto pueblo nos
lleva a identificar el término popular destinado a referirse a todas los individuos
de la sociedad boliviana. Desde la visión de las naciones o pueblos indígenas
originarios campesinos parece no existir ninguna contradicción, pero desde la
visión de los habitantes urbanos de los cuales muchos se auto definen como mestizos,
pareciera que no tienen opción a ser diferentes de los 36 grupos étnicos que reconoce
la Constitución
Política del Estado. Al respecto, se señala en el articulo
101: “Este patrimonio (se refiere al patrimonio de las naciones y pueblos indígena
originarias campesinos) forma parte de la expresión e identidad del Estado”.
Asimismo se
señala que las persona civiles tienen como uno de sus derechos “la auto identificación
cultural” y la “libertad de pensamiento, espiritualidad, religión y culto,
expresado en forma individual o colectiva tanto en público como en privado” (CPE: 20). Hago mención a estas ideas por que muchas de
las personas que hoy participan de las grandes entradas folclóricas urbanas en
las morenadas, tinkus o caporales se autoidentifican como mestizos y no como
indígenas originarios o campesinos. Muchas de estas personas señalan que sus
costumbres y hábitos de vida ya no serían indígenas sino mestizas. Los principales
indicadores de esta identidad son la vestimenta, la música o el idioma. Esta
tendencia a la folklorización lleva a los usuarios a generar nuevos significados
a las prácticas rituales, que difieren mucho de las tradicionales.
En el
artículo 100 de la Constitución
sobre el patrimonio cultural de pueblo boliviano se señala: “La riqueza natural
arqueológica, paleontológica, histórica, documental y la procedente del culto
religioso y del folclore, es patrimonio del pueblo boliviano” ( CPE: 52). ¿A qué se refiere la CPE cuando hace mención al folklore? ¿Todas Las manifestaciones
populares mestizas e indígenas, música, danza, artesanía son parte del folklore?
Si bien se hace mención a la identidad del Estado no se habla de una identidad
nacional. En el articulo 80 se señala: “la educación contribuirá al fortalecimiento
de la unidad e identidad de todos y todas como parte del Estado Plurinacional,
así como a la identidad y desarrollo cultural de los miembros de cada nación o
pueblo indígena originario campesino, y al entendimiento y enriquecimiento
intercultural dentro del estado” (CPE: 44).
Estas ideas plantean sin duda que el Estado debe promover el fortalecimiento de
las identidades culturales indígena originario campesino, pero también crear
conciencia sobre la unidad nacional, que necesariamente nos lleva a hablar de elemento
identitarios de nivel supra nacional.
Modernización y aculturación
Modernización y aculturación
Consideramos
que la culturaes dinámica y que por efecto las tradiciones y costumbres cambian
al pasar el tiempo. Los significados
que son asignados socialmente son transformados por dinámicas internas y por influencias
externas. En este proceso de cambio dos factores influyen: la fortaleza
cultural y la capacidad del mercado por imponer el consumo cultural. De alguna
manera esta fortaleza cultura tiene que ver con la autoestima equilibrada de
las personas y sus actitudes interculturales y la capacidad crítica de las
personas.
La
modernización ha sido un tema de estudio en los años 90 cuando los cientistas
sociales bolivianos se preguntaban acerca del papel de los mestizos en la
sociedad boliviana. En Perú pasaba lo mismo, pues ya desde J. M. Arguedas se
empezó a comparar lo tradicional con lo moderno; la preocupación era la construcción
de la identidad nacional y el rol de la modernización en este proceso.
En el ámbito
musical los primeros síntomas de modernización fueron la popularización de
nuevos ritmos mestizos y ciertos instrumentos musicales.
La
utilización de instrumentos de cuerdas o escalas cromáticas permitió que los
músicos puedan experimentar con nuevos alcances tonales.
Al separar
los medios tecnológicos de la aculturación musical el investigador A. Valencia
Chacón deja claro que la alienación musical no tiene nada que ver con la
adopción de nuevas tecnologías. El autor asimismo señala que “en la confrontación
de la música andina con la música occidental, ha habido, y hay, únicamente dos
procesos: incorporaciones y/o modernizaciones, principalmente en la música
campesina, y sincretismos, fundamentalmente en la música urbana”
(2010: 6). Las incorporaciones son entendidas como los préstamos culturales producto
de la aculturación, estos son controlados por el Estado, los medios de
comunicación y la industria cultural.
Al respecto
Chacón señala que la modernización “debería considerarse únicamente como la adaptación
de una cultura musical a los medios y tecnología del tiempo presente, sin
necesariamente implicar la influencia de otra cultura musical como la
occidental” (2011: 5) y que implica que la “música no occidental incorpora elementos
occidentales centrales y compatibles” (2010: 4)
Los efectos
de la modernidad, la globalización y la imposición de mercancías culturales en
el mercado global, son fulminantes para los sistemas simbólicos tradicionales,
ya que desatan procesos de aculturación acelerados que llevan en algunos casos
al cambio total de los significados sociales, llevando a la enajenación. En el
mundo andino la música autóctona andina sufre doble influencia, por una parte
la agresión de la música occidental que llega a través de la internet y los
medios de comunicación masivos, y la influencia de la música folklórica urbana,
influencia interna que prácticamente está cambiando los escenarios festivos, ya
no sólo de las ciudades, sino de los pueblos y ciudades intermedias, donde antes
se podía apreciar un chiriguano o una jula jula , hoy sólo queda el tinku, el Caporal
o el moreno
.
Música
autóctona versus música folklórica En un marco más musical hemos identificado
como problema la relación permanente entre lo tradicional y lo folklórico. Lo
tradicional es el patrimonio de los pueblos originarios, mientras que lo
folklórico es la manifestación del pueblo, de la suma de los estratos sociales.
La esencia básica del folklore es la cultura tradicional.
El folklore
se alimenta de lo étnico y lo transforma en un nuevo producto cultural híbrido,
este proceso de transformación es producto de la aculturación y básicamente
consiste en una adecuación de ciertos ritmos y bailes a los estándares de satisfacción
estéticos occidentales. En otras palabras, los folkloristas han generado un
filtro social que ha permitido modificaciones de ciertas danzas y ritmos
musicales para su aceptación rápida en los eventos sociales, como las entradas
folclóricas.
En el caso
de la música tanto lo tradicional como lo folklórico coexisten; los límites que
se presentan nos llevan a identificar el tema de la autoría, cuando se
convierten en mercancías que son cotizadas en el mercado nacional o internacional.
Si tomamos
en cuenta a la música como un emblema a identificar, como lo es en Bolivia,
podemos señalar a manera de hipótesis que la preferencia por un estilo musical
u otro hace que el actor se identifique con una u otra realidad cultural: o
eres indígena o eres mestizo o no indígena. Sin embargo, los ciudadanos
indígenas o no indígenas, no solo que tocan y bailan otros ritmos musicales,
sino que comparten una visión más abierta y pragmática frente a la
globalización. ¿Todo tiene que ver con una forma de ver el mundo? ¿Cuál sería el
papel de la cosmovisión? ¿Se puede cambiar muchas veces lo visible, pero no los
fundamentos o cosmovisión?
Desde una
mirada etnomusicológica los sistemas musicales andinos han logrado sobrevivir a
la Colonia y
a la postmodernidad recibiendo sin embargo una fuerte influencia de los sistemas
occidentales, especialmente a fines de siglo XX
¿Por qué las
nuevas generaciones indígenas prefieren música y danzas urbanas? Nos referiremos
en adelante a la música y danza como una unidad. Si bien en la actualidad muchas
danzas y músicas indígenas se mantiene hasta hoy, estos sistemas musicales y
meta musicales han sufrido una agresión cultural que en muchos de los casos ha
llevado a la extinción de ciertas prácticas culturales como la música y danza.
Por otro lado e debe considerar que en términos musicales y rítmicos los
jóvenes hoy prefieren música más rápida y escalas diatónicas y cromáticas;
estas son más agradables para las nuevas generaciones.
La
preferencia por los nuevos insumos culturales, sin duda que es resultado de la
modernización y globalización. Al respecto Walter Sánchez señalaba en 1996 “la
presencia televisiva en el área ‘rural’ ha permitido el acceso amplio a
músicas’, principalmente trasnacionales” (1996: 61). Si bien en ese tiempo no
se podía medir aun el impacto de la globalización cultural, por falta de datos
etnográficos y estadísticos, hoy si es posible mediante el estudio y análisis
del consumo de ciertos objetos culturales, tanto en el área rural como urbana y
la masificación de ciertos ritmos y bailes.
EL REY DE LAS CHELITAS |
Una variable
que nos permitirá medir estos cambios es sin duda el consumo cultural de la danza
y la música folklórica y autóctona en ambos contextos sociales (urbano y
rural). La emergencia de agrupaciones folklóricas que hoy superan los 61 grupos
en la fiesta del Gran Poder, 44 grupos en el carnaval de Oruro y 68 en
Urkupiña, son un indicador de que las danzas folklóricas están en un franco desarrollo,
con una población activa de más de cien mil bailarines por año. Esto sin duda
es producto de la aculturación que está llevando a: a) El debilitamiento de las
prácticas musicales y dancísticas de los indígenas originarios y campesinos y
la preferencia por danzas folclóricas y mestizas y, b) la emergencia de nuevas
danzas folclóricas que se alejan de la versión original y que adquieren nuevos
significados asociados con la diversión, el deporte o la estética del cuerpo.
Desde la
década de los 80 las organizaciones indígenas inician una serie de actos
reivindicatorios y de protesta contra el colonialismo y neocolonialismo que se
concretan en seminarios, ferias culturales, marchas, y festivales como la Anata Andina en
Oruro. Estos actos sin duda eran el efecto de un proceso de revalorización y
construcción ideológica que había surgido entre los pueblos originarios.
Los Centros
de Madres o las Federaciones Departamentales en coordinación con instancias
gubernamentales y no gubernamentales son quienes promueven estos eventos de protesta
que muestran a los pobladores urbanos las costumbres aymaras y quechuas. En todos
estos actos uno de los elementos infaltables era sin duda la música que marcaba
la identidad y la unidad de los pueblos. Es el tiempo en que las organizaciones
indígenas de base se organizan y crean sus primeros principios ideológicos que
plantean básicamente el rechazo a lo foráneo, el rescate y la restitución de
principios culturales y políticos básicos. La protesta contra el colonialismo cultural
de Estado buscaba rescatar, revalorizar o restituir lo que el mercado había
deformado. Las primeras manifestaciones escritas de los campesinos, así lo
señalaban a inicios de los 90. La reacción hacia la globalización se hizo más evidente,
la intolerancia cultural y el racismos hacia las personas de origen indígena
hizo que se genere entre los nuevos lideres indígenas y las bases las primeras
ideas de descolonización, la restitución y la destrucción de los principios
alienante y occidentales impuestos por el mercado serían los nuevos objetivos
institucionales.
Empero, en
los años 80 la música folclórica y de cumbia boliviana o chicha, se masifica en
el área rural gracias a la radio y a la preferencia de las nuevas generaciones.
Los sonidos de instrumentos de bronce, los ritmos nuevos y las escalas cromáticas
son sin ninguna duda aspectos musicales nuevos que las nuevas generaciones prefieren
y buscan.
Entre la
música moderna la cumbia, el regetón, el hip hop y otros ritmos modernos hoy
son ritmos preferidos por muchos jóvenes y adultos y entre la música folklórica
la morenada el tinku y el caporal. La preferencia por estas danzas ha hecho que
hoy sean consideradas trasnacionales ya que son practicadas en diversos lugares
del mundo, en especial en el espacio compartido por aymaras entre los países de
Bolivia, Perú y Chile. El aumento del consumo cultural de estos productos culturales
ha sido estudiado brevemente por sociólogos y antropólogos. Walter Sánchez señala
en su artículo sobre nacionalismo y folklore que la industria de grabación de
música que aparece en los años 90 posibilita la promoción de nuevos artistas y
ritmos musicales.
Asimismo
señala: “los cambios económicos y estructurales hangenerado importantes movimientos
poblacionales. Los migrantes cholos y campesinos, enfrentados a nuevas condiciones
contextuales de vida y relacionales han comenzado a generar y re-crear nuevas
expresiones culturales” (Sánchez 1996:62). La emergencia de danzas y estilos
musicales que han pasado la música étnica por un filtro cultural llevando a la folklorización
del hecho musical o dancístico ha hecho que estas manifestaciones adquieran
otros significados.
En el
próximo número de Pukara, «Música y descolonización», continuación y conclusión
de este interesante artículo.