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jueves, 17 de marzo de 2016

Requiem por el templo de Tintiri

Requiem por el templo de Tintiri

(José Luis Ayala
Publicado en el diario Lso andes de Puno : 06 de marzo 2016



El lamentable derrumbe de una de las torres del templo de Tintiri es de absoluta responsabilidad del Estado Peruano. Pero la pregunta que emerge del fondo de los hechos es: ¿Existe acaso el Estado Peruano? Sí, pero para acosar a la gran mayoría de ciudadanos que sobreviven en medio de una realidad sórdida y dolorosa. No, al haber limitado sus funciones para beneficiar a quienes llegaron al poder desde la nefasta administración de Alberto Fujimori Fujimori. En otras palabras, el neoliberalismo impuesto desde una Constitución apócrifa, participación de transnacionales y la CONFIEP, han destruido al Estado Peruano.
Entonces, se trata de la ausencia de una política cultural e inexistentes acciones para proteger el patrimonio cultural. El Ministerio de Cultura es un ente burocrático anodino. No tiene capacidad ni autoridad para exigir que se realicen las mínimas acciones para impedir la depredación del patrimonio cultural. Todo estaba anunciado y previsto, ahora solo falta que haya tres derrumbes más para que el templo de Tintiri desaparezca. Lamentablemente eso ocurrirá y nada podrá impedir que el templo milenario, un día no lejano, sea solo escombros.
¿Cuántos templos y capillas han desaparecido en el Perú durante los últimos cien años? No hay estadísticas. ¿Cuántos retablos, pinturas, esculturas y campanas han sido sistemáticamente sustraídos? Nadie sabe nada. ¿Cuántos libros antiguos e incunables han sido robados de los templos y capillas? ¿Dónde están las campanas de la torre del templo Santiago de Huancané? Mucha gente que sabía ha muerto, pero ese hecho no se ha borrado de la memoria social.
En efecto, al lado izquierdo del frontis del templo Santiago de Huancané, hacia 1650, se terminó de construir una torre de más de veinte metros de altura que albergaba una campana grande llamada María Angola. Pero además había otras tres pequeñas que acompañaban en los tañidos que conocía la población hasta la desaparición de las cuatro campanas. En vez de la antigua torre, curas norteamericanos mandaron a construir dos torres asimétricas, deformes y sin ninguna armonía ni proporción de volúmenes en relación al frontis y sólido arquitectónico cuerpo del templo Santiago.
Pero no solo eso, sino que antes se ordenó la destrucción de la capilla situada en la esquina de la calle Lima con la Plaza de Armas. También desaparecieron las cuatro campanas pequeñas de la torre; el terreno adyacente fue invadido por un vecino que oficiaba de tinterillo, quien amplió el área de su vivienda de modo que el material de la torre sirvió para construir las paredes. ¿Quién ordenó destruir la torre del templo Santiago de Huancané? ¿A dónde fueron a parar las campanas? El terreno de la capilla fue convertido en un salón de proyección de películas, conferencias y centro de adoctrinamiento de niños para convertirlos sistemáticamente en cristianos dóciles, obedientes y sumisos.
La campana llamada María Angola de Huancané era administrada por un anciano de apellido Parodi, quien conservaba una serie de partituras para las diferentes formas y modos de tocar la campana principal acompañada de otras tres. De modo que los acontecimientos sociales eran transmitidos por el repique de campanas, así se podía conocer que alguien había fallecido, anunciaba el nacimiento de niños y llegada de personajes importantes. Lo más musical eran las llamadas para las celebraciones de las misas de fiestas patronales.
El anciano Parodi, de unos 80 años, subía con dificultad las gradas de la torre, razón por la que adoptó a un joven a quien le enseñaba a repicar las campanas. Las partituras estaban conservadas en un viejo baúl de madera construido expresamente para guardar los rollos que se “leían”, en una especie de rodillo donde cada “pieza musical”, era a la vez desenrollaba, despacio, con armonía, por una persona que ayudaba en el “Canto de la campanas”. La torre destruida guardaba una maravillosa armonía arquitectónica, parecía un poema rural construido por manos aymaras que sí conocían, el equilibrio cósmico entre el paisaje y la geografía.
De acuerdo a la mentalidad colonial impuesta y sostenida por la Iglesia Católica, a la hora del Ángelus, las campanas del templo Santiago emitían una oración metálica que era escuchada y celebrada por una pequeña población de mestizos y agricultores. El sonido de las campanas de ahora, que han sustituido a la María Angola y las otras pequeñas campanas de Huancané, se escucha como un lamento y una queja contra el saqueo y paulatino desmantelamiento de lo que fue uno de los templos más hermosos y ricos en pintura colonial.
Pero lo que ocurre con el templo de Tintiri, además de ser una ofensa a la dignidad nacional y memoria social, representa una forma de administración que no le importa el Perú esencial. Hace muchos años que los templos de Juli esperan ser atendidos y por más gestiones que se han hecho, nada se ha podido conseguir para detener una desaparición anunciada. ¿Por qué la Iglesia Católica, que es una entidad transnacional, no invierte en la preservación y recuperación de los templos en proceso de extinción?

De allí la necesidad de insistir en la urgente tarea de la redacción una nueva Constitución Política del Perú, a cargo de una Asamblea Constituyente, que entre otras tareas tenga la creación de una política cultural coherente. Mientras tanto, muchos templos como el Tintiri se derrumbarán ante la indiferencia de ministros de Cultura, Educación, Economía, el Congreso de la República, Consejo de Ministros y del propio presidente de nuestra República criolla, colonial. Y es mucho más lamentable ahora que la mayoría de los candidatos a la presidencia de la República no tengan en cuenta este tema vital e importante. Desgraciadamente, en pleno siglo XXI, el Perú se parece a Tintiri, el neoliberalismo brutal e inhumano nos han ha convertido en una ruina, desde cuyos escombros todavía es posible reclamar un derecho irrenunciable. 
Un recuento histórico: 
La iglesia “Tintiri” de Azángaro

Escribe: Hernán A. Jove Quimper | Diario Los Andes,  sección Cultural - 24 ene 2016

La iglesia “Tintiri” duró más de siglo y medio, 156 años (1860-2016), quedó derruida por las fuerzas de la naturaleza, estuvo a punto de desaparecer como vestigio histórico; símbolo de la tiranía feudal. La iglesia “Tintiri” se encuentra a 12 kilómetros, al Noreste de la ciudad de Azángaro, a una altitud de 3,870 m.s.n.m., a 14º 54” 33” de latitud sur y a 70º 11” 42” de longitud Oeste del Meridiano de Greenwich, en el ex fundo de la Sociedad Agraria de Interés Social “Macaya” (1968-1990) y adjudicada a la comunidad campesina 2do Choquechambi.
En el 2010 se formó el centro poblado “Tintiri” con 50 familias, estimulado por el pavimentado de la carretera Azángaro-Muñani-Sandia. La iglesia “Tintiri” emergió en la feudalidad de la república oligárquica (1860) y el conflicto de la guerra con España (1866), cuando el hacendado gamonal José María Lizares Quiñonez (1826-1904), reclutó campesinos indígenas de “Añaypampa”, “Cayacayani” y “Jilahata-Choquechambi”. Formó un batallón militar de 600 hombres, lo llevó a Lima-Callao, apoyando al presidente Mariano Ignacio Prado (1865-1868) y se hizo Comandante del ejército “Batallón Azángaro”. Concluida la guerra, fue ascendido a Coronel.
La hacienda “Dos de mayo” fue codificada con el significante de “Tintiri”, por repudio campesino, pues significa “sangre”, “tinta”, “tiranía” y “tintirillo”. Era la significación al origen ilícito de la hacienda “Dos de mayo” (200.46 Ha) y “Cayacayani” (1,744.25 Ha). El infame gamonal, Coronel José María LizaresQuiñonez, “alma mía” o “el chacal”, era “tirano”, “déspota”, “tinterillo”, “leguleyo”, “tramposo”, “estafador” y “pleitómano”. De conducta coercitiva y violenta, sediento de un botín: extorsionaba, arrebataba y se apropiaba a fuerza de crímenes, látigo y pleitos, de las tierras de los campesinos indígenas al desamparo del Estado oligárquico republicano. Luna, L. (1961 y 1998) y Salas G. (1967), narraron hechos de sangre, la injusticia y el absurdo del papeleo judicial en “Kapakmarca” (pueblo de ricachos).
La Iglesia “Tintire” o “Romería del señor de Tintire”, fue edificada sobre una huaca pre-inca “Añaypampa”, con una planta basilical cuadrada (45 m x 50 m) sobre una superficie de 2,250 m2. En forma de cruz latina de Este a Oeste, con cimientos de piedra y barro, paredes de adobe con mezcla de lana y paja, con dos puertas de entrada. La puerta superior está construida de ladrillo y la inferior, de piedra y barro. La mesa ritual de sacrificios con argamasa de sustancias de cuero hervido y sangre. El cuerpo del templo tenía tres naves, la nave central era la más alta (8 m), con dos laterales de 6 m de altura y ventanas para la iluminación. El techo y paredes interiores estucados con barro fino. Tenía dos torres campanarios de 17 m de altura, que marcaron los tiempos de misa. Para Pisagua (1903), terminado el templo iglesia “Tintiri” (1863), más parecía cueva de ladrones. Originalmente, fue techada con tejas, luego, en 1905, fue refaccionada con calamina inglesa, adquirida de la ciudad de Arequipa.
La iglesia “Tintiri” fue un medio coercitivo de la libertad espiritual y corporal de los campesinos indígenas, al rigor personal de la autoridad patriarcal déspota, avara y utilitarista. Pisagua (1903), comentó que José María Lizares Quiñonez, tuvo el cinismo de obligar al pueblo de Azángaro a sepultar a sus muertos en “Tintire”. La iglesia “Tintire”, convertida en panteón humano y de salvación espiritual monetaria, obtenía rentas con sepelios estamentales. La salvación individual de almas afligidas insertada a la iglesia “Tintiri”, era de completa irracionalidad ética religiosa, irónicamente solo accesible a los pudientes, no importaban los pecados ni crímenes. Las almas que irían al cielo se inhumaban en los subterráneos cercanos al altar; las que debían ir al purgatorio, en los subterráneos laterales; y las almas condenadas al infierno, fuera de la iglesia. Con el paso del tiempo, los túneles fueron conectados a la casona “Camal humano” de Azángaro y la casa hacienda “Bóveda de tortura” de Muñani Chico. El “Camal humano” o “Matadero humano” fue vendido al Municipio de Azángaro (1992), allí se construyó el edificio edil y el teatro Municipal.
La iglesia “Tintiri” fue el panóptico rural de difuntos y la jaula terrenal de afligidas almas campesinas, por la malignidad y la ferocidad irracional del gamonal Coronel J.M. Lizares Quiñonez. Tamayo, J. (1982), refiere que la iglesia “Tintiri” fomentó el dominio y la tiranía opresiva del gamonal déspota en la sociedad patriarcal feudal. Para Pisagua (1903), significó: luto, sangre, muerte, horrores y lágrimas; el pan arrancado a los huérfanos, viudas y víctimas indefensas. El gamonal Coronel José María Lizares Quiñonez, con sotana, convertido en cura déspota, junto a su ayudante el párroco Aquino, usurpó las funciones sacerdotales con sermones y embustes, dizque por méritos concedidos por el Papa Pío IX del Vaticano.
La iglesia “Tintire” era una ermita para la “Romería del señor de Tintiri” y la festividad del “Señor de la exaltación”, celebrada el 14 de setiembre de todos los años en honor a los niños pastores de ganado de sus fincas, hasta los años 60s, siglo XX. Mercado Gonzáles, J. (1982), narró que durante su apogeo, convertida en fortaleza, los colonizados y gente extraña no podían transitar libremente por las noches; los sicarios liderados por los Miranda y Béjar, secuestraban a las jóvenes llevándoselas a caballo. Hacían todo tipo de abusos, entre ellos mayordomos y quipus de hacienda. La iglesia “Tintire”, años más tarde a la muerte de José María Lizares Quiñonez (1904), fue heredada por adscripción a su hijo José Angelino Lizares Alarcón (1866-1930). Según Gallegos, Luis. (2006), el “Coronel de la espada virgen”, “Fray Angelino” o 100
“Artega Alarcón”; cruel, violento y sanguinario como su progenitor. Caudillos militares de la guerra con España y Chile mantuvieron “cuerpos armados de sicarios”, con fusiles Charleville y carabinas Winchester. Con embustes impusieron violencia física y legal, requisando títulos de propiedad de tierras, quemando y victimando con sicarios a los opositores campesinos y hacendados.
La iglesia “Tintiri” del Coronel José María Lizares Quiñones, según la teoría religiosa de Weber (1944, 2012), Comte (2012), Cohen (1986), Marx (2012), Durkheim (1982) y Parsons (1976), fue atípico, era un instrumento de dominación y control social campesino, símbolo de opresión espiritual, legitimó la subordinación campesina y no fue gratificante de valores cristianos. De acuerdo a Foucault (2012), el poder del gamonal Coronel J. M. Lizares Quiñonez se sustentaba en el disfrute y ejercicio de la vasta propiedad territorial feudal de la iglesia “Tintiri”. Como expresión religiosa de dominio espiritual campesina, duró más de un siglo (1860-1968). Instrumentalizada por el poder de la religiosidad católica, orientada por fines y acciones tradicionales desde la represión violenta sanguinaria a la dominación ideológica espiritual como “wirakhocha” o “tatituy”.
En 1956, Talavera (1983), refiere en su visita a la iglesia “Tintiri”, la existencia de estatuillas de santos y en los subterráneos, más de diez ataúdes de madera sin identificación. En 1968 con la Reforma Agraria, llegó la emancipación campesina y la muerte de la dominación simbólica de la iglesia “Tintiri”, ésta fue abandonada y las estatuillas las destruyeron los hijos de ex colonos siervos de hacienda. En 1982, post-reforma agraria, hubo ataúdes blancos de niños y adultos empotrados en los nichos de los túneles, antes de su profanación. En la tarde del mes de febrero 1991, cayó un rayo cósmico fulminante sobre la torre izquierda de la iglesia “Tintiri”, derribándolo estruendosamente en escombros; seguida de tormenta de granizo, relámpagos y truenos. Así se inició el derrumbe material y simbólico del templo de barro de los Lizares, llena de misterios, magia e historia teocrática. El dominio religioso impuesta por la iglesia “Tintiri”, a través del ritual, sentimiento y creencia para los campesinos, había fenecido.
El histórico templo iglesia “Tintiri”, en la madrugada del día viernes 15 de enero a horas 2 am. 2016, se desplomó la torre derecha con estruendoso ruido en escombros; aplastando a uno de los tres añosos árboles “queñuales”, cercana a los portones de la iglesia. La iglesia “Tintiri” (1968-2016), quedó convertida y codificada como símbolo: “Panteón del tirano”, “Tumba del oligarca” y “Casa del diablo”.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
COHEN, G.A. (1986). La teoría de la historia de Karl Marx. España, siglo XXI.
COMTE, Auguste. (2012). Física social. España, AKAL.
DURKHEIM, Emilio. (1982). Las formas elementales de vida religiosa. España, Akal.
FOUCAULT, Michel. (2012). El poder. España, Alianza editorial.
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LUNA, Lizandro. (1961). Morgue. Perú, Miranda.
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MERCADO Gonzáles, Jorge. (1982). Comunicación directa. Arequipa, electrónico.
PARSONS, Talcott. (1976). El sistema social. España, Revista de Occidente.
PISAGUA. (1903). Biografía criminal de don José María Lizares y su hijo Angelino Lizares Quiñones. Chile, imprenta el pueblo.
SALAS P. Gilberto. (1967). Monografía sintética de Azángaro. Perú, Los Andes-Puno.
TALAVERA, Cervantes, Juan, M. (1983). Monografía de Azángaro. Puno, Azángaro.
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