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miércoles, 21 de abril de 2010

Alberto Valcárcel: entre la ternura y la poesía coral

Alberto Valcárcel:
entre la ternura y la poesía coral
Escribe: Feliciano Padilla
Diario Los Andes de Puno - Cultural - 18 abr 2010






 
El poeta puneño Alberto Valcárcel Acuña nació en Juliaca en 1944 y pertenece a esa estirpe de artistas que se constituyeron y se constituyen en verdaderos hitos de la historia de la cultura puneña y peruana. Él es hijo de Alberto Valcárcel Caballero (hermano del inmortal Teodoro Valcárcel Caballero) y de doña Maruja Acuña Sandionigi, madre ejemplar, que supo cultivar el espíritu sensible de nuestro distinguido poeta. Emparentado directamente con Édgar Valcárcel Arze (maestro apreciado que ahora descansa en la gloria), supo darle a su vida un sello personal y; a su literatura, un estilo particular de reconocida calidad. Como sucede con muchos escritores puneños, él es más conocido en Lima y el extranjero que en su propia tierra. Por esta razón, es imperativo dar a conocer algunos rasgos básicos de su poesía.
 En primer lugar, hagamos pesquisas en el ámbito de su poesía coral. Esta poesía, a grosso modo, tiene un tono, nítidamente épico; un ritmo intenso como exige el anclaje de la poesía en escenarios grandiosos configurados por las hazañas de nuestros héroes populares; una cadencia musical notable que motivó, en su oportunidad, que Édgar Valcárcel y Alejandro Núñez Allauca llegaran a musicalizar buena parte de su poesía. Es más, el último artista musicalizó e interpretó en Milán y otras ciudades de Europa varios de sus poemas. Pues, estamos hablando de “Coral a Pedro Vilcapaza”, “Cantar de Sangrar”, “Elogio Coral al Inca Garcilaso” y “Coral Sinfónico a Túpac Amaru”. El doctor César A. Angeles Caballero realizó un estudio sesudo sobre la obra completa de Alberto Valcárcel y, particularmente, sobre su poesía coral.

No obstante ello, quisiéramos agregar que se trata de un género ritual muy antiguo relacionado con la poesía griega, principalmente, con Píndaro y Baquílides. Pues, en efecto, era una poesía interpretada y cantada en ocasiones festivas, en las que se alternaban un conjunto de voces: solistas y corales. Al momento de recitar una poesía coral, los intérpretes debían tener en cuenta la pronunciación y acentuación de las palabras, los silencios, la respiración y el tono de voz. La intención estética de Alberto Valcárcel fue, precisamente, utilizar los coros de voces para la recitación concebida como arte y acompañarla de música adecuada, como en efecto, lo hizo en muchos lugares del país y el extranjero. Es sorprendente como un poeta puneño transportó formas de expresión poéticas desde la antigua Grecia hasta nuestras tierras y nuestra época, para rendir homenaje a los héroes nacionales y, no sólo lo hacía en relación a la utilización de los coros, sino, de la música que debía funcionar como telón de fondo. Actualmente, con la inmersión de tantos elementos de la modernidad en la vida cultural de nuestros pueblos, la poesía coral ha dejado de ser usada. Valcárcel lo sabe, pero, se trata de un poeta impenitente, buscador de formas insólitas de expresión y eso es lo que, finalmente, lo vence sin apelaciones.

La otra vena de su poesía está constituida por la lírica; esa poesía íntima donde el amor, la nostalgia y la ternura brotan exuberantes en sankayos y qantutas como en “Vuelco a Pasos” (1967), “Cantos Extraviados” (1975), “Cantares de Maruja Acuña” (2000) y “Flauta Traversa o Rosalina en Verona” (2005). Tal como lo hiciera en su poesía épica, en esta otra, Valcárcel recurre a formas de expresión no canónicas para los tiempos actuales y, en ello radica su originalidad como propuesta poética. En literatura la originalidad es relativa: “Una forma de expresión o una metáfora, por más conocidas que hayan sido en el pasado, son nuevas en la medida en que los poetas las usan para los requerimientos de su tiempo”. Una vieja metáfora se convierte en nueva cuando el poeta la sabe usar acorde con su experiencia personal y su contexto. Carlos Fuentes dijo alguna vez: “No hay libros originales; un libro, de alguna manera, es hijo de otros libros”. Y Alberto Valcárcel siempre quiso ser singular y ajeno a pertenecer a grupos o tendencias estéticas de moda. Por eso, desde el punto de vista del aparato formal, cuando se lee “Vuelco a Pasos” tenemos la sensación de haber retornado a Boscán o Fray Luis de León; de la misma manera que, luego de leer “Flauta Traversa o Rosalina en Verona”, un texto poético lleno de ternura para ser teatralizado (él lo llama poema escénico), nos pone en relación con Calderón de la Barca o Lope de Vega. Quiero decir, que solo es en el aparato formal y el lenguaje, ya que en el plano del contenido, prevalece la intimidad de un poeta que casi siempre ha vivido asilado en otros pueblos, fuera del terruño, acariciando la idea permanente del retorno a sus raíces.

En “Cantares de Maruja Acuña” la nostalgia y el dolor galopan sobre cada una de sus frases y hacen del texto una obra llena de sentimientos y amor infinito hacia la madre, de remembranzas del hogar y la tierra querida, que habrían de acompañar al poeta en su trajinar por el mundo. Es que Alberto Valcárcel nunca fue sedentario, no radicó jamás en un solo lugar debido a la naturaleza de su trabajo. Como los poetas “malditos”, anduvo casi por todo el territorio, residiendo un tiempo aquí y otro allá, y enfrentando con clase los riesgos de la inseguridad y toda clase de vicisitudes. Viajó al extranjero allá por los noventas y fue delegado cultural del Perú en el viejo continente, donde exhibió su arte exquisito y su puneñismo a toda prueba.

Lamentablemente, la obra de Alberto es poco conocida en Puno; sin embargo, en Lima y otras ciudades, mereció el reconocimiento de muchas instituciones culturales y de la misma comunidad académica. Es así que, “Vuelco a Pasos” y “Cantos Extraviados” han sido editados por el Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional del Perú; “Tres Poemas Corales” y “Coral a Túpac Amaru”, por la Universidad Agraria de la Selva; “Breve Selección Poética”, por el Instituto Cultural Peruano Norteamericano; “Suray Surita habla de Teodoro” (una hermosa prosa dedicada íntegramente a develar la vida y obra de su tío Theodoro Valcárcel), por el Instituto Nacional de Cultura; “Poemas Corales”, por la Comisión de Cultura de la Municipalidad de Lima Metropolitana y; “Cantares de Maruja Acuña”, por la Biblioteca Nacional del Perú. Por si faltara alguna distinción más, el 2007, la Universidad Alas Peruanas, a través de su Fondo Editorial, publicó su antología completa como un homenaje a su carrera literaria, con el título de “Alberto Valcárcel: prosa y Poesía (1967-2006)”. Esta última obra es un libro de más de 500 páginas y de magnífica impresión. Pienso que, de esta manera, se ha hecho justicia con un gran poeta de la generación del sesenta, donde se ubican José Luis Ayala, Omar Aramayo, Serapio Salinas, Jorge Flórez-Áybar, Percy Zaga, Gloria Mendoza. ¡Ah!, me olvidaba, en el año 2009, la Asociación Cultural Brisas del Titicaca, lo distinguió con el Cóndor de Oro de la Cultura Puneña.

A propósito de justicias e injusticias, reconozco (me avergüenzo de ello) la ligereza que cometí al no incluirlo en mi “Antología Comentada de la Literatura Puneña”. Debo confesar que fue más por desidia que por falta de aprecio, ya que en el momento de hacer la selección no tenía materiales suyos en mi biblioteca y todo intento de conseguirlos fue inútil en aquella época de recolección y procesamiento de datos. Sin embargo, no ha variado en mí la impresión que siempre tuve de él: un poeta afectuoso, un caballero de maneras finas, un amigo de veras y un viajero empedernido, listo siempre a surcar los mares. Ahora mismo que, quizá esté leyendo este suelto periodístico, debe estar descansando de la fatiga de algún viaje o disponiéndose a alzar vuelo para dirigirse a otros pueblos. Pues bien, Alberto Valcárcel, apreciado poeta, si acaso estuvieras por partir rumbo a tierras de ultramar llévate mi corazón y mi decisión de volvernos a encontrar en algún lugar, más temprano que tarde; llévate el cariño de tu Puno querido como estandarte prendido a la proa de tu velero blanco.
Al concluir este artículo, me despido de ti con las palabras de tu madre, doña Maruja Acuña Sandionigi: “No tomes las cosas a la tremenda. Respira hondo, piensa en los que te aman y en los que te necesitan, y resuelve con tus manos amorosas lo que día a día agobia a la sociedad y a tu propia naturaleza. Tu fuerza interior -ya lo has demostrado- hará el resto” (en Flauta Traversa o Rosalina en Verona; 2006:62).
¡Hasta la vista, hermano! ¡Tupananchikkama wayqichay!





miércoles, 14 de abril de 2010

BORIS ESPEZUA

Poeta puneño Boris Espezúa ganó el Premio Cope de Poesía



Premio Copé Oro XIV Bienal de Poesí


Escribe: Diario Los Andes
Cultural - 29 mar 2010


Boris Gilmar Espezúa Salmón ganador de la XIV Bienal de Poesía Premio Cope / Foto: Albert Gonzales

Petróleos del Perú – PETROPERÚ S.A. anunció a los ganadores de la XIV Bienal de Poesía y II Bienal de Novela «Premio Copé Internacional 2009 y el poeta puneño, juleño de raíces aymaras, se adjudicó como el ganador indiscutible de la XIV Bienal de Poesía con el poemario: «Gamaliel y el oráculo del agua».

Entre los jurados calificadores están: Pedro Cateriano Delgado, PETROPERÚ S.A; Carlos Germán Belli, Academia Peruana de la Lengua; Giovanna Pollarolo, Pontificia Universidad Católica del Perú; Arturo Corcuera Osores, Universidad Nacional Mayor de San Marcos; Jaime Campodónico, Instituto Nacional de Cultura.

El Diario Los Andes se aúna a las felicitaciones por este importante premio obtenido por uno de sus colaboradores que acompañan con sus artículos y comentarios desde varios años. Felicitaciones al poeta Boris. Y con ello la cultura y la poesía puneña continúa en la senda trazada por sus más excelsos y plecaros intelectuales que marcaron época desde la generación de los Orkopata, Carlos Oquendo de Amat entre los más renombrados.

Boris Espezua: el oráculo de agua
Escribe: José Luis Velásquez Garambel
Tomado del Diario Los Andes Cultural - 04 abr 2010

Boris Espezúa Salmón (Juli – 1960), ganador del prestigioso premio “COPE de ORO” – 2009 (*), es el poeta que nos obliga a recordar nuestra fe en la poesía y nos devuelve la esperanza en la palabra; pues la literatura, con el perdón de Dios, es para el hombre justo y sensible la única religión a través de la que se logra sensibilizar el espíritu y consolidar el sentido estético que aparece en una cultura.
De seguro muchos recordarán la incursión de Boris en la política, buen intento de hacer de la sociedad puneña un espacio más justo, y es que ocurre algo que se ha convertido en una verdadera regla, “los pueblos jamás eligen bien”, es la ignorancia la que se atiborra, gobierna a la inteligencia y a la sensibilidad; así como a la esperanza se opone la opacidad de espíritu ya que existen océanos de distancia entre el manejo de la metáfora y el discurso que repta con ansias de llegar al poder y de hacer del pueblo más torpe y vulgar de lo que ya es. Sin embargo, Boris sólo ha tenido buena voluntad y buena fe en la palabra, y como era de esperarse la inteligencia en una sociedad en donde los edificios de la corrupción nos cubren del sol no puede aspirar a más.
Estas palabras son un abrazo al hermano mayor que ha sabido, con gracias e inteligencia, mantener el oficio de orfebre de la poesía, de alarife de la imagen poética por más de treinta años y ha hecho magisterio en generaciones anteriores como a los del 90, ya que sin su presencia no existiría una continuidad tan vigorosa en el panorama poético de Puno, prueba de ello es el premio reciente que nos ha entregado a los puneños y por el que nos sentimos orgullosos, ya que ha pasado más de una década desde que otro poeta, Alfredo Herrera, nos entregara otro premio COPE de ORO”.

En poesía, no existe sólo inspiración sino sobre todo ejercicio, sudor y sudor, lectura y lectura, corrección y corrección ¡oficio! Y eso se conquista con estudio y formación constante. Eso ha hecho Boris Espezúa desde los 16 años y a la fecha han transcurrido ya 34 años, de tal modo que no es sorpresa su magnífico dominio sobre su oficio.
En 1978 salió a luz “El sentimiento en camino”, con poemas escritos entre el año 75, 76 y 77; el poeta contaba entonces con la edad de la ternura y algunos años más tarde se constituiría en una de las voces más nítidas e importantes de los ochentas y de los noventas junto a Alfredo Herrera Flores, José Velarde y Lolo Palza Valdivia. En el suplemento TOTORIA del 1º de abril del 2009 manifestábamos que era heredero de la profundidad de Gamaliel Churata y de la transparencia de Carlos Oquendo, sin duda no ha sido un error, este premio que nos entrega da testimonio de ello. Pues en años anteriores ha logrado ser finalista del COPE 1995 y 1997. Además, en su producción poética cuenta con: “A través del ojo de un hueso” (1989), “Tránsito de Amautas” (1990), “Alba del Pez herido” (1998), “Tiempo de cernícalo” (2003) y ahora “Gamaliel Churata o el oráculo del agua” (2010)

Toda su producción poética es una exploración sobre la cosmovisión andina, son pues una reelaboración semántica de los mitos nuestros, y en esta vera transita junto a “Los Dioses” de Omar Aramayo, quien es su referente anterior. En “el oráculo del agua” ha efectuado un estudio de la obra de Gamaliel Churata y ha poetizado parte del mismo, en ese tránsito ha desarrollado un tejido semántico muy complejo que recurre a la filosofía de nuestro referente cultural, un “Ur text de diálogos andinos” como lo llama Walter Paz.
Por otra parte, los premios nacionales de poesía en Puno son muy escasos, su nombre se une a Alejandro Peralta, Luis de Rodrigo, Omar Aramayo, Alfredo Herrera. Gracias a ellos podemos continuar llamándonos “Tierra de poetas”.

(*) El Premio Copé es un concurso literario impulsado por Petroperú que se organiza cada año, desde 1979, con el objetivo de consolidar y promover la narrativa y prosa como género literario, en las siguientes categorías: Cuento, Poesía, Novela y Ensayo

POEMAS DE BORIS
Escribe: Diario Los Andes de Puno
Cultural - 04 abr 2010



I

El Genitor.
Saber morir
Y no retener su caudal,
Y no saber discurrir y volver a su principio.

Martín Adán.



Unos sobre el haz de las aguas, otros a ras de la tierra, todos los dioses soplaron en la arcilla modelada a su imagen y semejanza y el barro se animó: Había nacido el Hombre.1

Hace mucho tiempo el altiplano estuvo cubierto con agua uránica y desde su cúspide emanaba al mundo abundante líquido benéfico y purificador, que se fue perdiendo poco a poco y ahora ha quedado condensado en crustáceos en el Lago Titikaka. En uno de esos momentos el sol, que no puede momificar los diluvios ni los cuerpos celestes imperecederos, desapareció tres semanas y apareció por cinco días con dos soles en el cielo. Hacia la cruz del sur corrieron todas las historias en el aire trasladando sus saberes de conciencia en conciencia. La luz (primera creación según el Génesis) está en uno. Es la primera estrella cubierta de yerba que no naufraga en la sangre. La luz o una mariposa pálida es vida según el evangelio y según la salamandra que vivifica las cosas. No es olvido inmóvil que anima las memorias, en su núcleo por donde brota la correlación de fuerzas de la historia, del osario de caracolas estelares.

Era el final a la entrada de la era de piscis, cuando en triada se unificó el aire, el agua y el fuego en principio generador. El secreto de los Dioses fue animado en los misterios de las conchas marinas, conectado con otros Dioses en un flujo creador sin fin donde los universos tienen sus raíces en e aire que respira en el escorpión de agua, que predice la vida que revelan las iconografías de la fe en los vapores subterráneos y piedras volcánicas donde no se detiene el hervor de los musgos. Las aguas hacia arriba, suben hasta las nubes para dar de beber a Dios y pedirle que abra la tierra para seguir labrando nuestros sueños.

No tengo ojos sino venas para ver las claves eternas del infinito, sólo sé que naceré hecho pez en estas aguas sagradas, cuando en la cima de una montaña del sur, entre hojas de laurel bajarán cuatro ríos con ojos de cielo en preñada tormenta para que sus aguas culminen de cantar la transmutación del caos en luz. El cóndor bajará por la herida suturada del alba y de un cráneo de chinchilla silbará el tiempo. Diez halcones se calcinarán y río arriba saldrá Wiracocha para reunirse con la Madretierra para hacer revivir lo engendrado y dar infinitud a la mitogénesis. El lago creación de vida, El pez que estoy siendo en un ciclo donde cada uno de nosotros está condenado a repetirse.

La tradición andina doblega el tiempo su historia tiene la ingravidez de la persistencia, sus tres períodos, tienen el rumor del agua en nuestros ojos donde ahogamos el grito. En el primer período que es del padre, hijo y espíritu santo, pertenece al tiempo de los gentiles, de plena oscuridad donde estaban los hombres de rojo de baja estatura que se desplazaban con la rapidez semejante a la de los felinos, luego pasaron a ser hombres gigantes que se rebelaron ante Dios y por ello sus cuerpos fueron quemados a la salida del sol, para vivir bajo la luna. En el segundo período, de los que viven ya con el sol donde está la tradición indígena-mesiánica, fueron descabezados y esperan recobrar el cuerpo y recuperar su estado original en la fuente divina o cábala del fuego por Dioses que develen el oráculo, en el otro ciclo del espacio y tiempo andino donde el pasado andino está adelante. En el tercer y último período, cuando el mundo entre nuevamente en crisis los hombres se volverán aves, volarán y vivirán como ángeles, se alzarán las células que da la naturaleza el agua helada donde la creación encuentra su espíritu y su recogimiento. Esta agua renovada traerá los partos sagrados permanentes y los demiurgos anunciados por el oráculo del agua.



A. LOS SEBOS DE LLAMA.


I.- Titikaka, concibe con yema tierna para llegar al sol.
El oro que aniquile a la muertevendrá de más de cinco mil metros de altura
sobre el nivel del marcon la salamandra que habita en el fuego
que vive en el fuego y se nutre de fuego
quemando sin consumir,
vendrá a prender el fogón en la entraña del Lago

y dará su primer hervor al núcleo geométrico

de la naturaleza.

La luna derramará el esperma en este suelo calcáreo

con esa luz simiente, coagulada y divinizada

trocará las orillas supuradas en barro morado
donde se fundirán fosfatos y metales

ante los ojos del pez naciente

imantándose en larvas de agua para una nueva vida.

Con harto pabilo de lana de oveja
el pueblo untará sebo de llama vespertina
para hacer fuego al amanecer
en la cuadratura de la pampa
para el nacimiento anunciado.

Cerca a un ojo de agua los cóndores llorarán

para ver el perfil de la sombra del agua

en impotente espejismo.

Con el frío macizo, con el frío gameto
de piedras tatuadas por el rocío
prenderán candela en la quilla del sebo

para que arda la suerte noches y días enteros

y así venerar al agua y la fertilidad de la tierra.



II.- Titikaka, dibuja el rostro con yema tierna para llegar al sol.



Todavía quedará la clara miótica

en mi lecho acunado

por el cual volveré a mis raíces
hasta mi próxima muerte.
Con el agua primera que vio Tales de Mileto
y los Apus del Altiplano
con su agua secreta que es la sustancia
que da vida
en lo más alto de su misterio.

Nací, ofrendando las honras para las almas

y así evitar un tormento eterno.

Ahora está corriendo
otra vez la serpiente dorada que salió de la sal

entre las punas repta sigilosa
alrededor de un rito de hombres con
plumas gigantes y con cabeza de llamo.

La aguas guardan nuestros sueños
no tienen otro lenguaje que su propia

inocencia.
Desde entonces los insectos silban

en la orilla
para no despertar las aguas crecientes

elevándose sobre la noche.

Soy el origen que regresa
vuelo que se reúne en el cielo

con el saltamontes que brinca en los apriscos

persiguiendo a las mariposas antiquísimas

por las cumbres donde enterraron a los muertos.



Hay una cruz extendida en la pampa
hay otra flotando en las aguas del Lago.

Allí tengo mi cuerpo disperso y plural

que busca salir a una nueva luz.
La Pachamama gira su matriz aúrea

con su poder repristinador

en el anfibio Suche que no se inmuta.

Vengo de los extramuros de los siglos

donde el callar se oye y el saber no se ignora.
Con la tardanza de nuestros orgullos
las frías horas arden y queman helando
una fe surcada sobre una culpa
que busca retirar el velo de una buena vez
de la quintaesencia de luz con el cigoto cósmico.



__________________


1 Churata Gamaliel. “El Pez de Oro” Edit. Canata. La Paz. Bolivia. 1957. Pág. 111.




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